Dos jóvenes exaltados, Asier y Joseba, se marchan en 2011 al sur de Francia con la intención de convertirse en militantes de ETA. Esperan instrucciones en una granja de pollos, acogidos por una pareja francesa con la que apenas se entienden. Allí se enteran de que la banda ha anunciado el cese de la actividad armada. Abandonados a su suerte, sin dinero, sin experiencia ni armas, deciden continuar la lucha por su cuenta, fundando una organización propia, en la que uno asumirá el papel de jefe y disciplinado ideólogo, y el otro el de subalterno más relajado. El contraste entre el afán de gestas y las peripecias más ridículas, bajo una lluvia pertinaz, va llevando la historia hacia una especie de drama cómico. Hasta que conocen a una joven que les propone un plan.
Estamos en 2021. Hace veinticinco años que no nace un solo niño en el planeta tierra. La raza humana se enfrenta a su extinción.
Bajo el despótico mandato de Xan Lyppiat, el Guardián de Inglaterra, los viejos viven sumidos en la desesperación y los jóvenes en la crueldad. Theo Faren, primo del Guardián, lleva una vida solitaria, resignado a la época siniestra que le ha tocado.
Hasta que el encuentro fortuito con una mujer le lleva a contactar con un grupo de disidentes. De pronto, su vida cambia de manera irrevocable y se ve obligado a tomar decisiones que afectarán al futuro de la humanidad.
En el año 1992 se publicaba por primera vez esta distopía icónica para toda una generación. Treinta años después, Hijos de los hombres sigue siendo un estremecedor retrato del mundo que habitamos.
En un mundo que se vuelve cada vez más intangible, los poderosos, nostálgicos de un pasado que apenas conocieron, compiten por hacerse con cualquier icono de la era predigital. Daniel Adelbert, un «prospector» especializado en recuperar piezas del siglo XX, es contratado por el coleccionista Kenzô Inamura para encontrar no un objeto, sino a una persona: un hombre que se movió entre las sombras del pasado siglo e influyó de manera decisiva en su desarrollo.
En el otro extremo del mundo, la periodista Alicia Lagos recibe un extraño correo de su exnovio recientemente fallecido. El mensaje parece legarle una investigación inconclusa, poniéndola sobre la pista del misterio oculto tras los muros del orfanato irlandés de St. Martha.
Ambas investigaciones confluyen en una misma pregunta: ¿qué es el Proyecto Zeitgeist? La respuesta se halla bajo las piedras de la Ciudad Blanca de Tel Aviv, en los arrabales flotantes de Singapur y en el murmullo de la Red de datos. Responderla es desentrañar un secreto que ha costado la vida de muchos, un secreto silenciado durante décadas.
Un clásico de la literatura del balón, una carta de amor de un padre a sus hijos.
Hijos del fútbol es el relato de una pasión desbordada, la de un padre hincha que teme estar contagiando a sus hijos el virus incurable que le transmitió su abuelo, y una reflexión sobre la globalización del fútbol, sus valores y sus sombras. Escritas a modo de diario, sus páginas relatan la vibrante y emotiva historia de un individuo asaltado por dudas existenciales cuando descubre que el mundo de su hijo mayor está cada vez más condicionado por un balón y unos colores. El lector, mientras tanto, recuerda sus sueños infantiles de goles imposibles, los partidos del patio del colegio se alternan con las visiones del estadio ya de adulto y los nombres de futbolistas se mezclan con los de escritores que han contribuido a alimentar la pasión.
Hillbilly, una elegía rural es un relato apasionado y apasionante de una clase social en decadencia, la de la clase trabajadora blanca en Estados Unidos. Los hillbillies, término peyorativo que hace referencia a los habitantes de la cordillera de los Apalaches, forman parte de este grupo social cada vez más empobrecido y radicalizado del país. J.D. Vance cuenta la historia de unos habitantes que se han ido degradando lentamente durante más de cuarenta años y cuyo declive ejemplifica a la perfección su disfuncional familia. De la mano de su violenta abuela, de su madre drogadicta o de su ausente padre, Vance retrata los anhelos, las luchas y conflictos, los valores y la incansable búsqueda de culpables a quienes responsabilizar de su desdicha, de una comunidad olvidada durante años por el sistema y ahora, tras la victoria de Donald Trump, convertida en centro de atención. El resentimiento, la falta de ambición y una combinación letal de victimismo y pesimismo junto a una devoción por el país, una fervorosa fe en Dios y un desaforado sentido del honor han hecho que los hillbillies posean una tendencia a la violencia física y verbal, al alcoholismo y las drogas, se conformen con vivir de los subsidios del Gobierno y sean despreciados por sus compatriotas de ambas costas del país. Su respuesta a todo ello es conocida: han encumbrado a Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos.
De las exiguas referencias biográficas que nos han llegado sobre Calímaco (nacido en Cirene, Libia) entre el 320 y el 305 a.C., el hecho más significativo es, sin duda, su establecimiento en la Alejandría Ptolemaica en torno al 285 a.C, donde no tardó en ocupar un cargo de importancia en la famosa biblioteca de Alejandría La vida y la obra poética de Calímaco están íntimamente unidas a la ciudad de Alejandría. Estamos frente a un poeta urbano que desarrolló toda su ingente actividad como poeta de la corte, en medio de la biblioteca y los gramáticos del Museo. La influencia de Calímaco como teórico literario y poeta fue extraordinaria en el periodo latino y medieval hasta comienzos del siglo XIII. Son numerosos los poetas romanos que vieron en el alejandrino un modelo de perfección poética: Ennio y otros "poetae novi" como Catulo, Propercio, Tibulo y Ovidio admiraron e imitaron al poeta docto por excelencia.