Las peripecias de seis mexicanos que hallan el remedio al tedio, el bochorno y la frustración en un traje de verano. El pintoresco encuentro en Chicago entre un punk y un anciano donde la hostilidad inicial se transforma en emociones inolvidables. Y la guardería del futuro: una prodigiosa habitación donde todos los deseos de los niños se hacen realidad.
Como ocurre con toda la obra de Aurora Venturini, estos cuentos fueron escritos desde las tripas, y también desde un lugar periférico del lenguaje y la literatura. Sus páginas las recorre una galería de personajes extraños y deformes. Porque esa ha sido siempre la manera como Venturini perfila sus historias, abordándolo todo con una mirada extravagante. Aquí desfilan gatos absorbidos por un tornado, niñas que nacen con un bulto negro en el cuello, una maestra que se enamora de un ventrílocuo de circo. Y viejos y mujeres que pegan a sus hijas. Dueña de un estilo excepcional, lírico y sórdido a la vez, Aurora Venturini narra de manera irrefrenable las zonas perversas y macabras del mundo, y atrapa a estos raros personajes antes de que se evaporen. Divididos en dos partes, El marido de mi madrastra y Hadas, brujas y señoritas, estos relatos trasmiten su particular manera de entender la literatura y la vida, dos espacios tomados casi siempre por la oscuridad, pero con algunos fogonazos breves de una luminosidad que hiere.
Un hombre sale de un supermercado chino cargado de baratijas que el cajero le ha endilgado al carecer de cambio. Unas pilas AAA, un ojo de goma con luz, una hebilla dorada, una minúscula cámara fotográfica, una cucharitalupa… La aventura más inesperada lo aguarda a la vuelta de la esquina, y en forma episódica, estos objetos aparentemente inútiles articularán una trama delirante en la que aparecen extraterrestres idénticos a los seres humanos, sistemas de tráfico de información entre planetas también idénticos, una misteriosa nostalgia alienígena ante mundos indistinguibles y una máquina capaz de multiplicar los mundos.