Fernando de Herrera publicó relativamente poco y es recordado sobre todo por su propia colección poética, Algunas obras (1582), dechado de precisión clasicista y exquisitez lírica. Admiradores y amigos de Herrera, encabezados por el pintor Francisco Pacheco, publicaron en 1619 un grueso volumen de Versos del sevillano, muchos de ellos inéditos.
La presente edición para la BCRAE sigue el volumen impreso en 1582, del que se han cotejado todos los ejemplares conocidos, incluido uno que contiene correcciones manuscritas del propio autor. Se estudian asimismo las diferencias entre esa edición y la póstuma (1619), para otorgarle a esta última mayor relevancia autorial de la que se le había reconocido; se han tenido en cuenta también los manuscritos conservados, en especial uno de 1578 con abundantes poesías no recogidas en los impresos, y el conjunto se completa con cuatro poemas latinos de juventud.
El resultado es una edición cuidada al detalle que se erige en interpretación integral de una de las cimas indiscutibles de la poesía amatoria, elegíaca y heroica del Siglo de Oro.
La adolescencia, esa etapa de la vida donde todo se siente a flor de piel, vista a traves de los ojos de Ana María Matute en siete narraciones cortas y desoladoramente luminosas.
Algunos muchachos reúne siete narraciones cortas. En ellas se habla de niños, de adolescentes en su tránsito definitivo hacia la vida adulta. De muchachos que no quieren crecer y se aferran a ese universo de sutiles y maliciosas sabidurías que esconde la infancia y a su desgarrado descaro. La astucia de El Galgo en una historia entre fantástica y real ("Algunos muchachos"); el pequeño rebelde que quiere incendiar su casa ("Muy contento"); la redactora de un infantil diario íntimo ("Cuaderno para cuentas"); la rara personalidad de Claudia ("No tocar"); el misterioso halo que envuelve a Ferbe ("El rey de los zennos"); el rencor del protagonista de "Retrato del joven K" o la patetica figura de Adela ("Una estrella en la piel") atraviesan estas páginas. Cómplices, furtivos o asombrados, estos muchachos aparecen en toda la riqueza de su sensibilidad a traves de la prosa lírica, hiriente y desoladoramente luminosa de Ana María Matute.
En Alicia a través del espejo, Lewis Carroll te arrastra de nuevo a un mundo donde las reglas del sentido común se quedan en la puerta. Aquí, Alicia no solo corre tras un conejo, sino que se lanza de cabeza a un universo donde todo es posible y nada es lo que parece. Atraviesa el espejo y déjate llevar por un ajedrez gigante donde los peones son personas, las reinas tienen prisa y los caballos podrían invitarte a cenar. Con un humor que destila ingenio y una serie de acertijos que desafían todo razonamiento, Carroll despliega, en esta obra excepcional, un carnaval de personajes estrafalarios y diálogos que son puro juego de palabras, desafiándote a encontrar sentido donde la lógica es la primera en rendirse e invitándote a desordenar tus certezas y encontrar diversión en cada página. Prepárate para reír, reflexionar con todo el trasfondo que no se cuenta y, sobre todo, para no tomar nada demasiado en serio. Después de todo, en el mundo al revés de Alicia, lo único predecible es lo impredecible.