Tras un misterioso cataclismo, Gran Bretaña ha quedado despoblada y se ha restituido un estilo de vida preindustrial. Hay un fulgente resurgimiento de la naturaleza y ha crecido un lago gigantesco en el centro de la isla, con una ciénaga tóxica en la antigua ubicación de Londres. En la Inglaterra salvaje posterior al cataclismo reinan la esclavitud, la violencia y la barbarie. Lejos de ser un destino bucólico al que escapar, la naturaleza es una trampa mortal. Por este paisaje distópico se mueve Felix Aquila, un joven tan misántropo como marginado, quien, incapaz de sobreponerse a la brutalidad que lo rodea, termina huyendo del nuevo mundo y tratando de reiniciar la civilización por su cuenta. Novela visionaria, considerada un ejemplo temprano de ficción postapocalíptica, Inglaterra salvaje (1885), la obra más extraña del célebre naturalista británico Richard Jefferies, ha sido reivindicada como un referente de la ciencia ficción victoriana; precursora de temas e historias contemporáneos, constituye una imaginativa y profética incursión en los resultados evolutivos de la catástrofe ecológica, donde, tras la caída de la civilización, asistimos a un viaje iniciático en el que el protagonista deberá enfrentarse a una sociedad neomedieval en el marco de una naturaleza desatada.
Andronio, te escribo desde Miseno, la finca que perteneció al héroe Escipión el Africano y donde murió su amada hija Cornelia, mi ama.
Ahora que soy libre, yo, Antígona de Mileto, quiero que se cuente su verdadera historia para que el porvenir haga justicia a ella y a sus hijos, Tiberio y Cayo Graco, pues temo que la historia oficial de Roma no lo hará. Perdieron la batalla del presente, pero deben ganar la de la posteridad. Por eso te pido que escribas unos Annales Corneliae que relaten los hechos luctuosos pero heroicos que ensombrecieron la vida de mi ama. No fue pequeña su influencia en la política de su tiempo. Si la República está a punto de perecer es porque ella y sus hijos fracasaron en su empeño por mantener los valores sobre los que se fundó y que la hicieron fuerte.
Nacer es la primera migración, el exilio compartido por la humanidad entera. A ciertas personas la vida o la violencia las empuja a seguir alejándose del lugar natal. Itinerantes, arrancadas, crisálidas del pasado perdido. A ellas dedica este libro William González Guevara, joven poeta transterrado que grafiteó versos de Rubén Darío en las paredes de un barrio de Madrid. La vida de los Inmigrantes de segunda transcurre en páramos contemporáneos, en neones de sueños apagados y vastas podredumbres. Allí donde brotan casas de apuestas para crear ludópatas y fusilar sueños. Donde el autorretrato del artista adolescente incluye una nueva vacía, tu chándal favorito, tu acento repudiado. Donde pese al racismo, todo el mundo el mundo refiere pagarte en negro. William acoge en sus versos lo que no cabe en los pactos de silencio.