Los personajes que habitan esta novela son lectores o están en camino de serlo.
Lectores como yo, tú, ella, ellos. Como nosotros. Cómplices en la mayor y más grande de todas las aventuras.
Julián ha luchado contra el aburrimiento de todas las maneras posibles. Desde que le diagnosticaron hepatitis, ha recreado en su cabeza conversaciones imaginarias entre ostras que no tienen nada que hacer, ha buscado formas fantasiosas en las manchas de la pared, ha lanzado mocos al aire.
Pero es feliz porque no tiene que ir a la escuela. Y por nada del mundo se acercará a los libros: no leerá, no escribirá reportes, no pensará en la tarea. ¡Por supuesto que no!
Por su parte, Isa no se detendrá hasta encontrar a las heroínas de la literatura que le ayuden a demostrar que para celebrar sus quince años no es necesario que haga dieta y se ponga un vestido que jamás volverá a usar.
Pero en estas páginas también aparecen ágiles espadachines, monjes detectives, replicantes muy humanos y niños perdidos en islas desiertas que saben bien que leer es un modo de resistir.
Se reúne en este volumen la totalidad hasta la fecha de la narrativa breve de Felipe Benítez Reyes, una de las voces más singulares de la literatura hispánica actual: no hay página suya que no resulte inconfundiblemente suya. En sus relatos conviven la realidad y la irrealidad, la fantasía más libre y el realismo más descarnado, los planteamientos lógicos y las soluciones absurdas (o viceversa), los trucos del ilusionista literario que es y la indagación en los mecanismos oscuros de la conciencia. Un conjunto que compone un mural tan vivo como diverso gracias a la capacidad fabuladora de un autor que, aparte de su maestría estilística, disfruta del don de poseer una imaginación tan fecunda como sorprendente.
En plena crisis de madurez, Bennie Salazar, que en los setenta formó parte de una banda punk y ahora es un alto ejecutivo de la decadente industria discográfica, se echa copos de oro en el café para recuperar el apetito sexual. Sasha, su asistente, después de haber viajado mucho y no siempre en circunstancias felices, se trata de su cleptomanía con un psicoanalista que viste jerséis estrambóticos. En torno a ellos se despliega una variopinta red de personajes, desde una relaciones públicas que intenta lavarle la cara a un general genocida hasta un periodista que ha estado en prisión por abusar de una estrella de cine adolescente. Con el rock palpitando en cada una de sus páginas, El tiempo es un canalla es un entramado fascinador que pasa por lugares como Nueva York, San Francisco, Kenia, Nápoles o el desierto de California, y cubre un período que va de los años setenta hasta el 2020.