Nacer es la primera migración, el exilio compartido por la humanidad entera. A ciertas personas la vida o la violencia las empuja a seguir alejándose del lugar natal. Itinerantes, arrancadas, crisálidas del pasado perdido. A ellas dedica este libro William González Guevara, joven poeta transterrado que grafiteó versos de Rubén Darío en las paredes de un barrio de Madrid. La vida de los Inmigrantes de segunda transcurre en páramos contemporáneos, en neones de sueños apagados y vastas podredumbres. Allí donde brotan casas de apuestas para crear ludópatas y fusilar sueños. Donde el autorretrato del artista adolescente incluye una nueva vacía, tu chándal favorito, tu acento repudiado. Donde pese al racismo, todo el mundo el mundo refiere pagarte en negro. William acoge en sus versos lo que no cabe en los pactos de silencio.
Un legendario café
Una familia valiente
Un amor prohibido
Wiesbaden, 1945. La joven Hilde apenas puede creer su suerte: la guerra ha terminado y el Café del Ángel se ha salvado milagrosamente. Hilde sueña con volver a convertir el negocio familiar en el glamouroso lugar que reunía a artistas y personalidades de la ciudad. Pero los primeros conflictos no tardan en surgir cuando una bella joven entra en el café y se presenta como su prima Luisa. ¿Quién es esa enigmática mujer que ha luchado por llegar hasta allí desde Prusia Oriental? Entre las dos jóvenes crece una rivalidad que amenaza con envenenar el ambiente del café. Hasta que ambas se dan cuenta de que tienen algo en común: un secreto de la guerra que les ha perseguido hasta el día de hoy...
Sueños y puentes, frecuentes motivos en su obra, se funden en el título del libro con el que obtuvo el Premio de poesía del Consejo nórdico, Puentes de sueños, que según el autor es un libro único en su carrera ya que los poemas reflejan experiencias oníricas trasladadas directamente al papel, sin retocar.