La guerra ha acabado. Y una nueva guerra acaba de empezar. Tres veces a lo largo de su historia, Nikan ha luchado por su supervivencia en las sangrientas Guerras de la Amapola. Aunque la tercera acaba de terminar, Rin no puede olvidar la atrocidad que cometió para salvar a su pueblo. Ahora está tratando de librarse de su culpa, de su adicción al opio y de las órdenes asesinas del ardiente Fénix, el dios vengativo que ha bendecido a Rin con su temible poder. Aunque no quiere seguir viviendo, se niega a morir hasta vengarse de la Emperatriz, que traicionó a la que fue la tierra natal de Rin. Su única esperanza es unir fuerzas con el poderoso jefe militar del Dragón, que planea conquistar Nikan, derrocar a la Emperatriz y crear una nueva república. Pero ni la Emperatriz ni el jefe militar del Dragón son lo que parecen. Cuantas más atrocidades presencia Rin, más teme que su amor por Nikan la obligue a usar el apocalíptico poder del Fénix una vez más. Porque Rin está dispuesta a sacrificar lo que haga falta para salvar a su país… y para conseguir su venganza.
Roland ha empezado a trabajar en el Centro de Cartografía de Sodrovno-Voldaquia. No tardará en comprender que dicha administración sirve a las ambiciones expansionistas del Mariscal Radisic. Pronto, el miedo se apodera del Centro. Se habla de atentados, archivos destruidos, rebeliones sangrientamente sofocadas…
Por otro lado, Shkodra, la joven de la que Roland se ha enamorado, parece despertar gran interés en las autoridades. La pareja huye a través de desiertos, montañas y pantanos… Acorralados, Roland y Shkodra solo tienen una escapatoria: cruzar la frontera. Pero ¿conseguirán orientarse en esos paisajes a escala real, que no se parecen en nada a los mapas con los que Roland está familiarizado?
Han transcurrido trescientos años desde los acontecimientos de la Trilogía Mistborn. Kelsier y Vin han pasado a formar parte de la historia y la mitología, y el mundo de Scadrial se halla a las puertas de la modernidad. En las tierras fronterizas conocidas como los Áridos, las antiguas magias son una herramienta crucial para quienes defienden el orden y la justicia.
Uno de esos vigilantes de la ley es Waxillium Ladrian, un excepcional nacidoble capaz de empujar metales con su alomancia y utilizar la feruquimia para volverse más ligero o pesado a voluntad. Tras veinte años en los Áridos, una tragedia hace que Wax regrese a la metrópolis de Elendel. Allí tendrá que renunciar a sus pistolas y asumir sus obligaciones como líder de una casa noble. Pero cuando una banda de alomantes comienza a asaltar trenes y secuestrar a personas, Wax tardará poco en descubrir que las mansiones y las elegantes avenidas arboladas de la ciudad pueden ser más peligrosas que las arenosas llanuras de los Áridos.