Jim Hawkins regenta, junto a sus padres, la posada Almirante Benbow. Su vida discurre tranquila entre la barra y las mesas hasta que, un día, un viejo marinero entra en su fonda acarreando un pesado secreto... De la noche a la mañana el joven Jim se encuentra en la cubierta de la Hispaniola, rodeado de rudos marineros, agasajado por un misterioso cocinero cojo, ansiosos todos ellos por encontrar el codiciado tesoro del capitán Flint.
Esta cuidada edición de Penguin Clásicos incluye un estudio introductorio de John Sutherland, profesor de literatura inglesa de la University College de Londres. La traducción está a cargo de Jordi Beltrán Ferrer.
Esta novela tiene una estructura singular. Tras una primera parte en la que el talento deductivo del inquilino más famoso del número 221B de Baker Street brilla más que nunca a la hora de enfrentarse a su antagonista el profesor Moriarty y descubrir al culpable de un asesinato imposible, Doyle nos ofrece un flashback ambientado en el mundo de las bandas criminales en la Pensilvania del siglo XIX que nos ayuda a comprender el origen del conflicto.
En este libro se recogen y comentan refranes y expresiones populares que utilizaban los hablantes de griego de hace dos mil años. Muchos de ellos («poner el colofón», «ser un sibarita», «del árbol caído todos hacen leña», «una golondrina no hace verano», «vista de lince», «lágrimas de cocodrilo» y tantos otros) permanecen vivos todavía hoy en las lenguas modernas, sobreviviendo al paso del tiempo y a los continuos y profundos cambios sociopolíticos, culturales, religiosos y económicos; y su supervivencia en muchas lenguas europeas demuestra que nuestra cultura, por encima de diferencias locales, regionales o nacionales, es fundamentalmente una unidad que hunde sus raíces en la antigüedad grecolatina (e incluso en algún caso podemos remontarnos dos mil años más, hasta los antiguos sumerios y asirios que ya empleaban refranes todavía vivos en nuestras lenguas de hoy).
Reunidas por primera vez en un volumen independiente, aquí se presentan las catorce cartas que se han conservado de la correspondencia entre Gustave Flaubert y Charles Baudelaire, los dos «padres» de la modernidad literaria –el primero en lo que respecta a la novela y el segundo a la poesía–, fechadas entre los años 1857 y 1862. Si bien no se puede saber con exactitud cuándo y dónde se conocieron –probablemente en alguna de las tertulias, salones o reuniones culturales que se celebraban frecuentemente en el bullicioso París de aquellos años– estas cartas cruzadas son un pretexto que le brinda a Ignacio Echevarría la oportunidad de vehicular a través de ellas un ensayo, a modo de prólogo, sobre las semejanzas y los contrastes entre las vidas y las obras de ambos genios. Un acercamiento perspicaz al tema, siempre fértil e interesante, de las vidas paralelas.
«¿Fueron Baudelaire y Flaubert amigos? Sin duda se tuvieron mutuamente por tales, y lo fueron hasta donde lo permitieron sus trayectorias tan divergentes. Se trataron con aprecio y cortesía, se rindieron mutuamente sinceros elogios; hasta cierto punto, formaron parte del mismo bando, tanto en lo que respecta a la clase social a la que pertenecían como a sus posiciones estéticas e incluso políticas. La común calamidad de ser procesados por daños a la moral pública con pocos meses de diferencia, el mismo año 1857, contribuyó sin duda a estrechar sus vínculos solidarios. Pese a lo cual, no cabe hablar de una amistad íntima. No hubo lugar para eso. Se encontraron en contadas ocasiones. Apenas conversaron a solas algunas veces. La correspondencia que mantuvieron, y que aquí se reúne, es escasa y más bien formal, si bien contiene manifestaciones inequívocas de admiración y de simpatía.» IGNACIO ECHEVARRÍA, en el prólogo
Joseph Conrad, maestro de la creación de atmósferas, despliega aquí en realidad dos cuentos: uno envuelto en la noche, en el que una pareja dialoga en pleno fervor de un reencuento; el segundo, dentro del primero, está envuelto en la niebla de la guerra, y en él se exponen los dilemas morales del capitán de un barco de guerra británico. En un modo típicamente conradiano se entremezclan el ambiente marino, la penetración psicológica, la reflexión acerca del bien y el mal, la búsqueda de la verdad y la visión pesimista sobre la naturaleza humana. Publicado por primera vez en inglés en 1917 en la revista 'Strand', la traducción al castellano de este relato se incluyó primero en el volumen 'Cuentos de la Gran Guerra' (Alpha Decay, 2008), y un año después se publicó por separado en la colección Alpha Mini. Esta nueva edición viene acompañada por un espléndido y atinado prólogo de Gonzalo Torné.
Basil Hallward había terminado el retrato. El joven Dorian, al verlo, no pudo más que desear, desde su frívola inocencia, que fuera su imagen la que envejeciera y se corrompiera con el paso de los años mientras él permanecía intacto. Y así fue: a partir de entonces, Dorian Gray conservó no solo la lozanía y la hermosura propias de la juventud, sino el aspecto puro de los inocentes. Pero ¿a qué precio?