No siempre tenemos a mano los ingredientes de la felicidad. Tita lo había aprendido desde pequeña, cuando crecía en la cocina con Nacha y se le negaba toda posibilidad de vida propia desde su nacimiento. Pero también aprendió que los ingredientes no son lo más importante para cocinar un buen plato, sino todo el amor con que seas capaz de hacerlo. Sus platos no sólo tenían el poder de deslumbrar por sus sabores y texturas. Su tristeza, su alegría, su deseo o su dolor a la hora de prepararlos se contagiaban irremediablemente a todo aquel que los probaba. A través de esta alegoría que vincula con maestría los sentimientos y los elementos culinarios, asentada en la tradición del realismo mágico y en la recreación de la cultura mexicana, Laura Esquivel se convirtió en una de las escritoras más importantes de la narrativa en español.
«Don Francisco de Quevedo me dirigió una mirada que interpreté como era debido, pues fui detrás del capitán Alatriste. Avísame si hay problemas, habían dicho sus ojos tras los lentes quevedescos. Dos aceros hacen más papel que uno. Y así, consciente de mi responsabilidad, acomodé la daga de misericordia que llevaba atravesada al cinto y fui en pos de mi amo, discreto como un ratón, confiando en que esta vez pudiéramos terminar la comedia sin estocadas y en paz, pues habría sido bellaca afrenta estropearle el estreno a Tirso de Molina. Yo estaba lejos de imaginar hasta qué punto la bellísima actriz María de Castro iba a complicar mi vida y la del capitán, poniéndonos a ambos en gravísimo peligro; por no hablar de la corona del rey Felipe IV, que esos dáis anduvo literalmente al filo de una espada. Todo lo cual me propongo contar en esta nueva aventura, probando así que no hay locura a la que el hombre no llegue, abismo al que no se asome, y lance que el diablo no aproveche cuando hay mujer hermosa de por medio.»
El atardecer es aquel momento en que el devenir humano toma derrotas sobrenaturales, aquel instante en que la luz se transfigura en tinieblas. Cuando el sol se esconde, la imaginación comienza a deslizarse por sombras que derivan en la oscuridad más absoluta y la luz del día huye despavorida de la faz de la tierra. Después del anochecer es, en definitiva, el momento del día perfecto para Stephen King.
En Después del anochecer Stephen King reúne una colección de catorce relatos tan asombrosos como escalofriantes que te obligarán a dormir con la luz de la mesilla encendida.
Hombres sin mujeres: Haruki Murakami ofrece a los lectores siete relatos en torno a la soledad que precede o sigue a la relación amorosa: hombres que han perdido a una mujer, o cuya relación ha estado marcada por el desencuentro, asisten inermes al regreso de los fantasmas del pasado, son incapaces de establecer una comunicación plena con la pareja, o ven extrañamente interrumpida su historia de amor. Otros experimentan atormentados amores no correspondidos o, incluso, como en el relato protagonizado por una metamorfosis kafkiana, desconocen todavía los mecanismos del afecto y del sexo. Sin embargo, las verdaderas protagonitas de estos relatos son ellas, las mujeres, que, misteriosas, irrumpen en la vida de los hombres para luego desaparecer.
Con la ayuda de un muerto, Blaze ha logrado perpetrar el crimen del siglo. Clay Blaisdell, llamado Blaze por todos, mide dos metros y pesa ciento treinta y seis kilos. Es un verdadero gigante. Sin embargo, hasta conocer a George Rackley, nunca había hecho nada grande. George le enseñó cien maneras de estafar a la gente e ideó para él un plan ambicioso: secuestrar a un niño rico. La familia Gerard es multimillonaria y el nuevo retoño del clan valdrá muchos de estos millones. Solo hay un problema: cuando llega el momento de ponerlo todo en marcha, George, el cerebro de la operación (y de todo lo que hacen), muere. O quizá no. Por eso Blaze se encuentra huyendo desesperado de una tormenta y de la policía. Ha conseguido raptar al bebé, pero el secuestro se ha convertido en una carrera contrarreloj a través de los bosques infernales de Maine.
Empeñado en transgredir las leyes de la narrativa convencional, en estos relatos Julio Cortázar combina la intertextualidad, un uso inédito de lo coloquial y el juego interminable para hacer entrar al lector en un particularísmo universo donde nada es lo que parece. El magistral «Continuidad de los parques», «Los venenos», «Axolotl» o «La noche boca arriba» son algunos de los míticos relatos que componen este volumen imprescindible.