On the other side of town, in the dark glades, under the rain…
Macon is the oldest. Thirty-one. Ex-Marine. I don’t think I’ve ever seen him smile.
Army is twenty-eight. A single dad with the most beautiful green eyes. He has no idea who he is, if not a Jaeger brother.
Iron will be in prison soon. You’d never think it to meet him. He’s a nice guy, actually. But he can’t stop reacting to everything.
Dallas is the one I hate. Twenty-one, cruel, and selfish. He takes and then throws away whatever’s left.
And Trace is mine. Or he was for about two seconds. No one can tame him for long.
Not that I ever wanted to. It was fun, but now I need to go home. Back to my side of the tracks. Away from the swamps and these men. To my parents’ big house. On my clean street. Where I’m never dirty or messy or hot. And I will. I’ll leave first thing tomorrow morning. I just want to crash on the couch tonight.
Their house is dark and quiet, everyone else is asleep. Except for one. He sees me crying and comes at me from behind. I let him wrap his arms around my body and hold me tightly. His breath is on my neck, his fingers are in my hair, and he doesn’t stop there.
I don’t think it was Trace.
In 1972, when workers in Pottstown, Pennsylvania, were digging the foundations for a new development, the last thing they expected to find was a skeleton at the bottom of a well. Who the skeleton was and how it got there were two of the long-held secrets kept by the residents of Chicken Hill, the dilapidated neighborhood where immigrant Jews and African Americans lived side by side and shared ambitions and sorrows. Chicken Hill was where Moshe and Chona Ludlow lived when Moshe integrated his theater and where Chona ran the Heaven & Earth Grocery Store. When the state came looking for a deaf boy to institutionalize him, it was Chona and Nate Timblin, the Black janitor at Moshe’s theater and the unofficial leader of the Black community on Chicken Hill, who worked together to keep the boy safe.
As these characters’ stories overlap and deepen, it becomes clear how much the people who live on the margins of white, Christian America struggle and what they must do to survive. When the truth is finally revealed about what happened on Chicken Hill and the part the town’s white establishment played in it, McBride shows us that even in dark times, it is love and community—heaven and earth—that sustain us.
Bringing his masterly storytelling skills and his deep faith in humanity to The Heaven & Earth Grocery Store, James McBride has written a novel as compassionate as Deacon King Kong and as inventive as The Good Lord Bird.
Estamos a principios de la primavera de 2016 en el castillo de Windsor, donde Isabel II ultima los preparativos de las celebraciones de su nonagésimo aniversario mientras saborea una matutina taza de té.
Pero el ambiente festivo se trunca de pronto cuando uno de sus invitados es hallado muerto en uno de los dormitorios de la residencia.
Todo parece indicar que el joven pianista ruso se ha ahorcado, pero un nudo mal hecho lleva al MI5 a sospechar que hay gato encerrado.
La reina deja la investigación en manos de los profesionales, hasta que las pesquisas apuntan hacia sus fieles sirvientes y decide tomar cartas en el asunto.
Maider conoció a Rubén a orillas del Mediterráneo cuando no eran más que un par de conguitos que correteaban en bañador por el camping donde veraneaban. Fueron inseparables durante muchos años hasta que la adolescencia los convirtió en enemigos.
Pero Maider pronto descubrió que del odio al amor solo hay un paso y que ese chico gamberro que no la dejaba tranquila en el fondo seguía siendo el mismo muchacho dulce que una tarde de verano le regaló un Frigopie y que, en un descuido, también le robó el corazón.
Juntos vivieron una preciosa historia de amor que los marcó para siempre, pero que también los destrozó.
Cuando años después Maider regresa a Benicàssim con su vida ya encaminada, tendrá que asumir que, tratándose de Rubén, tal vez haya algunas heridas que no puede cerrar sola.
1943. Helene Hannemann prepara a sus hijos para ir al colegio cuando un grupo de policías irrumpe en su casa. Así toma forma su miedo más oscuro: los agentes de las SS detienen a sus cinco hijos y a su marido, todos ellos de raíces gitanas. Aunque Helene es alemana, se niega a separarse de su familia, sellando su destino de una manera que nunca hubiera imaginado. Después de un viaje aterrador, al llegar a Auschwitz los Hannemann se encuentran con todo el horror y el caos que alberga el campo de concentración nazi.
Cuando los soldados descubren que Helene es enfermera, se ve obligada a trabajar en el hospital del despiadado doctor Mengele, quien le propone dirigir una guardería. En ese sombrío lugar, donde la felicidad está prohibida, esta valiente mujer se convertirá en un refugio ante la barbarie para los más pequeños.
Momentos antes de que empiece la pomposa celebración de su centésimo cumpleaños, Allan Karlsson decide que nada de eso va con él. Vestido con su mejor traje y unas pantuflas, se encarama a una ventana y se fuga de la residencia donde vive, dejando plantados al alcalde y a la prensa local.
Sin saber adónde ir, se encamina a la estación de autobuses, el único sitio donde es posible pasar desapercibido. Allí, mientras espera la llegada del primer autocar que se presente, un joven le pide que vigile su maleta, con la mala fortuna de que el bus llega antes de que el joven regrese y Allan, sin pensarlo dos veces, se sube con la maleta, ignorante de que en su interior se apilan, ¡santo cielo!, millones de coronas en efectivo. Pero Allan no es una persona fácil de amilanar. A lo largo de su centenaria vida ha tenido un montón de experiencias de lo más singulares: desde inverosímiles encuentros con personajes como Franco, Stalin y Churchill, hasta amistades comprometedoras como la esposa de Mao, pasando por actividades de alto riesgo como ser agente de la CIA o ayudar a Oppenheimer a crear la bomba atómica.