Edgar Allan Poe (Boston, 1809 - Baltimore, 1849), reconocido como el maestro del relato corto, dejó un legado literario que se ha convertido en un punto de referencia constante para todas las artes. Su huella en la literatura fantástica y de terror, así como la literatura detectivesca es incuestionable e inspiró de manera decisiva a escritores de la talla de Melville, Baudelaire, Maupassant, Cortázar o Nabokov.
En el presente volumen reunimos una pequeña muestra de esas famosas piezas maestras que mantienen en vilo al lector y lo introducen en un mundo fantástico donde lo sobrenatural y lo desconocido se convierten en protagonistas. La picadura de un extraño insecto en El escarabajo de oro, los habitantes perturbados de una mansión en La caída de la Casa Usher, misteriosos asesinatos resueltos por el célebre detective Dupin en Los crímenes de la calle Morgue y La carta robada, los horrores de una prisión en El pozo y el péndulo, o la apariencia siniestra del ojo de un anciano en El corazón delator son algunos de los nueve relatos seleccionados para esta edición.
Han pasado tres meses desde que mis amigos y yo derrotamos a Cyrus. Tres meses en los que mi mayor temor ha sido lo que vendrá después… Debería haber sabido que esto era demasiado bueno para durar, y ahora todo se está rompiendo en mil pedazos.
No me queda otra opción que volver al Reino de las Sombras y enfrentarme a la terrible reina que casi acaba con todos nosotros. Debo hacer un pacto con ella para salvar a Mekhi, pero esta vez me llevaré a mis poderosos amigos conmigo, y también a Hudson, aunque siento que le pasa algo raro; nos está ocultando un secreto, incluso a mí.
Haru, un exitoso marchante de arte de Kioto, cae rendido ante el encanto de una bellísima francesa que está de paso por la ciudad. Tiempo después, recibe un impactante mensaje por el que se le prohíbe acercarse al bebé nacido de su aventura. Dividido entre la emoción y la responsabilidad, Haru logrará mantener la terrible promesa de vivir alejado para siempre del ser al que más ama gracias a su singular grupo de amigos.
Cargada de drama y belleza, esta intensa novela no es solo un canto al amor incondicional, sino también a los lazos que van más allá de la familia tradicional, a los amigos que nos sostienen y nos alientan, con quienes celebramos nuestros triunfos y reconstruimos una y otra vez nuestras vidas frente a la derrota.
Vera, Sara y Alexander eran inseparables. Siendo adolescentes, habían establecido un vínculo especial, una amistad inquebrantable; habían trenzado sus vidas con nudos en apariencia irrompibles. ¿Por qué entonces, en la actualidad, Sara se siente sola? ¿Por qué los veranos en el lago ya no son tan mágicos como en algún momento fueron?
Un hijo, una madre. Ella, joven todavía, ha enfermado. Intercambiando roles, él la cuida y, a la vez, se despide y la celebra. Todas y cada una de las palabras de este libro resuenan con temblor, intensidad y precisión, delimitando el dolor compartido con respeto amoroso. De hondura lírica y delicada sobriedad: así se revela su escritura. También su silencio.
Andrés Neuman escribió estos poemas en secreto, cuidando de su madre frente a la proximidad de la muerte: la poesía como testimonio y refugio para crear un espacio —una isla de sentido— donde fijar la presencia amada, traduciendo su cuerpo a una música íntima. Aquellos textos permanecieron al fondo de un cajón, garabateados en hojas sueltas y papeles de hospital, sin que su autor se atreviese a releerlos. Quince años más tarde, impulsado por la intuición de que sólo abriendo el manuscrito resultaría posible cerrar el duelo, hoy rescata estos versos que entretejen tristeza y luminosidad.
Perpetuación de la madre mediante la lengua materna, ritual de gratitud, Isla con madre se arroja a nombrar la difícil belleza y la cruda emoción que irradia.
Un libro profundamente celebrador. Un canto a los seres tocados por la gracia, capaces de transfigurar la realidad más sencilla en la más sublime.
En Fernando Plata tenemos a un joven poeta cuyo apellido ya indica cierta voluntad alquímica, pues concibe la poesía como transfiguración del sujeto o el objeto, pero desde la pura vigilancia de la conciencia. Y lo que más le importa es reflejar el encanto de la vida y del mundo, en poemas llenos de fuerza y con una dicción hímnica y de fe en esas criaturas del mundo órfico, los altos a los cuales dirige sus himnos. Dotado de profunda imaginación, escribe una poesía visionaria, sometiendo a sus imágenes a una idea rectora, de tal modo que el sentido preside la expresión. Sus ideas de orden proceden de Wallace Stevens, poeta de la imagen no surrealista, pero sí fantasiosa y plena. A Stevens y a Jorge Guillén los celebra como maestros, y su odisea mística está atravesada por el amor y la necesidad de la música. Como señala su prologuista y mentor, José Luis Rey, «Fernando Plata escribe una honda poesía espiritual y nos la entrega como quien ha seguido de cerca al sol hasta la caída de Faetón, para volver a alzarse en brazos de los altos, los seres mágicos y órficos en los cuales la poesía se ha cumplido en plenitud. Y esa plenitud es garantía de salvación. En este primer libro, un libro de himnos para el siglo XXI, el muchacho vigía de la Costa da Morte, con una poesía situada en el límite entre canto y eternidad, ambiciosa y a la vez humilde, nos regala una verdadera aventura del espíritu».