En Leopardo Negro, Lobo rojo, Sogolon, la Bruja Luna, demostró ser un personaje secundario fascinante: una hechicera de 177 años con sus propios intereses, que supo encandilar al público lector y que fue un digno adversario para el Rastreador durante la búsqueda del misterioso niño desparecido. En Bruja Luna, Rey Araña, ha llegado su turno: Sogolon adquiere el protagonismo y ofrece su propia versión de lo ocurrido, su propio relato de lo que le sucedió al niño, de cómo planeó y luchó, triunfó y fracasó en esa búsqueda. Pero esta novela es también la historia de una enemistad de un siglo entre Sogolon y Aesi, el canciller del rey, un personaje oscuro, letal y poderoso, a quien no es fácil desafiar. Sogolon lo hace por sus propios motivos.
En un giro narrativo brillante, Bruja Luna, Rey Araña muestra la historia contada en Leopardo Negro, Lobo Rojo desde la perspectiva de esta mujer indomable que no se inclina ante ningún hombre, mientras ahonda en la lucha que se desarrolla en el interior del imperio.
Faltan dos semanas para la boda de la teniente Valentina Redondo y Oliver Gordon. En plenos preparativos, los sorprende la noticia de un atentado masivo en el Templo del Agua del famoso balneario cántabro de Puente Viesgo.
Las instalaciones del idílico paraíso de agua estaban ocupadas por un grupo de empresarios, y todo apunta a que la masacre ha sido perpetrada con una peligrosísima arma química. Valentina tendrá que cooperar con el ejército y con un equipo de la UCO para resolver el crimen.
Pronto descubrirán que un cerebro hábil y cruel ha puesto en marcha una maquinaria infalible, ejecutando cada uno de sus movimientos con extraordinaria frialdad, en un claro desafío a la inteligencia y a las habilidades deductivas de Valentina y del propio lector. La teniente Redondo llegará a dudar de los pasos que debe seguir, porque las sospechas no tardarán en recaer sobre alguien que jamás ha visto pero que, en el fondo, siente que conoce. El peligro es un latido que no se extingue nunca.
Urko Pínaga regresa del exilio para asistir al entierro de su tía Flora, con la que vivió antes de marcharse a Inglaterra, como tantos niños vascos. Urko se encuentra con un Getxo diferente al que conoció, pero sobre todo con una casa, la de la tía, que ahora se le presenta como un lugar misterioso cargado de repente de secretos. ¿Por qué tiene un aviso de derribo por parte de las autoridades? ¿Por qué su prima Regina se comporta de un modo tan extraño? ¿Mantuvo Flora a escondidas alguna relación que no le confesó a su sobrino? ¿Ha fallecido de muerte natural? El contraste entre lo que Flora le contaba por carta y lo que Urko se encuentra alimenta las sospechas en torno a una mujer a la que en realidad el protagonista quizá desconocía por completo.
Diario de paternidad, «carta al hijo» y ficción pura conviven en extraordinaria armonía a lo largo de este libro.
Aunque este singular e inclasificable libro de Alejandro Zambra se llama Literatura infantil, conviene advertir que incluye un magnífico cuento que gira en torno al lenguaje grosero y un relato directamente lisérgico en que un hombre intenta, en pleno viaje terapéutico de hongos, volver a aprender el dificilísimo arte de gatear. En caso de que algún niño llegara accidentalmente a estas páginas, debería leerlas en compañía de un adulto, a pesar de que aquí son precisamente los niños quienes, a su manera, protegen a los adultos del desánimo, el egocentrismo y la dictadura del tiempo cronológico.
Anna y Tom son una pareja de jóvenes que trabajan como diseñadores gráficos desde casa. Aprovechando la flexibilidad de movimientos que les proporciona su profesión, deciden instalarse en un luminoso apartamento en Berlín, capital cosmopolita por antonomasia, donde creen que podrán hacer realidad sus sueños.
Esos sueños pasan por vivir sin ceñirse demasiado a las convenciones, reinventar códigos de conducta y explorar nuevos espacios. Ellos disfrutan con pasión de la comida, trasnochan, se dejan caer por fiestas ilegales, quieren creer que son una pareja abierta a la experimentación sexual, se esfuerzan por comprometerse con ideales políticos progresistas cuando se produce la crisis de los refugiados…
Sin embargo, el tiempo pasa, la monotonía empieza a asomar, los amigos regresan a casa y tienen hijos, el trabajo creativo deviene rutinario y los ideales que parecían al alcance de la mano se muestran esquivos… Anna y Tom se sienten atrapados, empeñados en encontrar algo puro y verdadero. Pero ¿realmente existe?