En Vida de este chico, Tobias Wolff narra sus recuerdos de niño y adolescente, cuando, divorciados sus padres, recorría con su madre con la que formaba una auténtica «pareja telepática» las carreteras de Estados Unidos de un lado a otro del país.
Toby o Jack, como le gusta llamarse a sí mismo en homenaje a su adorado Jack London absorberá entre mapas, whisky, peleas a puñetazos, amistades y traiciones, la esencia de esa América de los años cincuenta que marcará irremediablemente su juventud. Una juventud con toques minimalistas y dickensianos a un tiempo y que sirve aquí a su autor para trazar con humor y ternura el retrato de un tiempo pasado en el espejo de su propia imagen.
El ya conocido personaje, Haplo, el patryn que ha recibido la orden de viajar a cada uno de los cuatro mundos a través de la Puerta de la Muerte, se encamina a Abarrach, el reino de piedra, a bordo de su nave, surcando una extensión de magma agitado. Haplo comparte su embarcación, protegida por las runas, con el sartán llamado Alfred, a quien hasta ahora había considerado el último miembro de su raza que quedaba con vida. Sin embargo, al poco tiempo de descubrir la ciudad desierta y ensangrentada de Puerto Seguro, Haplo y Alfred, enemigos por naturaleza y camaradas por necesidad, topan cara a cara con una tribu perdida de sartanes dedicada a la práctica de su magia más prohibida.
Dirigidos por unos poderosísimos magos, los ejércitos de los sartán se mueven en la noche mientras Abarrach se ve barrida por una guerra civil. Los gobernantes del reino buscan desesperadamente la Puerta de la Muerte y a cualquiera que tenga noticias de su existencia, pues los invade la certeza de que la muerte se está apoderando gradualmente de su mundo de catacumbas y lava.
Triple Nueve se ha llevado al hermano de Sasha y le arrebató el corazón a Maria.
Asolado por las ramificaciones de un mundo tecnomágico desaparecido hace treinta años, Triple Nueve avanza renqueante, degenerando en paranoia y veneno. Sasha Vasnetsov pensaba que había escapado de todo eso pero, cuando recibe la noticia de que a su hermano mayor lo ha encarcelado la policía secreta, se arrastra de nuevo a la locura con un objetivo muy sencillo: rescatar a su hermano.
Sasha recurre a la ayuda de Maria Kamenaya, una antigua combatiente con cientos de enemigos muertos confirmados y a la que traicionó el propio país al que servía. En este viaje ambos van a recuperar lo que les han quitado… en la tierra sin ley de los estados decapitados… en la tierra… de los reyes muertos.
Una amenaza sobrevuela París. Una figura sombría, espectral, capaz de cometer las peores villanías que se puedan imaginar. Un hombre sin identidad, con la pericia de convertirse en cualquiera; un maestro del disfraz, del robo, del secuestro, del chantaje, de la suplantación de identidades y del asesinato. Fantomas es, probablemente, el primer «supervillano» de la historia tal y como conocemos actualmente la denominación, el que siguió la estela de Arséne Lupin (creado por Maurice Leblanc seis años antes) pero llevándolo más lejos. Porque, aun siguiendo la estela de Arséne Lupin, desde el momento de su publicación, en febrero de 1911, Fantomas (y las treinta y una novelas en torno al personaje que rápidamente aparecieron) se convirtió en un fenómeno de masas, cuya popularidad trascendió todos los estratos sociales y culturales.
Hace años que Elisa está apagada. Tras una terrible pérdida que la llevó a separarse de Mario, a quien consideraba el amor de su vida, se ha hundido en la inercia de la rutina y ya no se reconoce a sí misma.
Cuando le ofrecen el trabajo de sus sueños en un pueblecito de Finlandia, la chispa vuelve a prender en su interior y no duda en abandonar Tenerife para lanzarse a la aventura.
Sin embargo, antes tendrá que sobrevivir a la boda de su mejor amigo en un idílico rincón de las islas donde todo parece posible, incluso que los rescoldos de su antigua relación se aviven una vez más. Elisa y Mario se reencuentran con estrépito al tiempo que el destino se frota las manos para desbaratar de nuevo sus planes.
La diferencia entre las incisiones antiguas y las nuevas se borrará con el tiempo y sólo quedará, sobre la corteza, una única inscripción, un libro con un mensaje principal: Aquí estuvieron dos amigos, dos hermanos.»
El hijo del acordeonista recorre, como si se tratara de un mosaico hecho con distintos tiempos, lugares y estilos, la historia de dos amigos: Joseba y David. Desde los años treinta hasta finales del siglo XX, desde Obaba hasta California, de la infancia en la escuela a los infiernos de la guerra y de la violencia, el autor aborda de forma valiente el tema de la memoria, la nostalgia, la amistad y también de la tristeza del que deja su tierra sabiendo que no volverá. Y en el centro de las múltiples ramificaciones de este relato, la única posibilidad de salvación frente a las circunstancias más dramáticas: el amor.