ras cautivar al público y la crítica de más de cuarenta países con Toda una vida, Robert Seethaler, sutil intérprete del alma y uno de los escritores en lengua alemana de mayor proyección, vuelve con una original historia sobre las emociones y la esencia de la vida a través de la voz singular de quienes ya no están con nosotros.
Al atardecer, el anciano Harry Stevens se levanta del banco, bajo el abedul torcido, donde ha estado sentado todo el día, y sale del cementerio de la pequeña localidad de Paulstadt, un lugar al que todo el mundo llama «el Campo» y casi nadie visita. No hace mucho tuvo lugar el último entierro, aunque él recuerda un funeral muchos años antes, el de Gregorina Stavac, la florista de hermosas manos con quien sólo intercambió unas palabras, pero a la que se siente irremediablemente unido. A Harry le parece oír hablar a los difuntos, pero sólo logra captar unas cuantas palabras y se pregunta qué se estarán diciendo. ¿Discutirán sobre la vida, ahora que son capaces de juzgarla en todos sus aspectos, o recordarán el pasado con nostalgia? ¿Hablarán de la muerte, de lo que ésta significa, o seguirán quejándose como cuando estaban vivos, tratando de sus dolencias y otras minucias?
El sol baña los acantilados y las aguas turquesas del mar de Cornualles cuando Jane Bellamy y Cedric Stone se conocen en el verano de 1939. No están destinados a ser una ecuación perfecta, pero son jóvenes y el amor lo arrolla todo a su paso. Así que esta historia comienza como otras muchas: él y ella se enamoran. Hay primeras palabras, primeras miradas y primeros besos. Y luego la guerra, la nada. Solo oscuridad. Todo cambia.
Años más tarde, en un hospital de Edimburgo, Margot Abbot sostiene en la mano un anillo que pertenece al paciente que dormita en la cama, Cedric Stone. Ella todavía no lo sabe, pero está a punto de abrir un baúl de recuerdos y descubrir qué ocurrió tras aquellos luminosos días de estío que quedaron atrás.
La prensa del corazón solo habla de Kane Black, un acaudalado hombre de negocios y formidable seductor. Pero bajo la máscara de adorado playboy se esconde un hombre atrapado en las garras de un dolor que lo consume. Desde la muerte repentina Lily, su esposa, Kane ha vivido como un fantasma, obsesionado con el pasado y totalmente indiferente a las perpetuas luchas de poder de su familia, los poderosos Armand-Black.
Pero todo esto cambia cuando Lily reaparece, muy viva. En los salones de la jet-set neoyorquina y la mansión de los Armand-Black las pasiones se encienden y desbordan a medida que los secretos se van revelando...
Noviembre de 1944. Rudi Graf es un ingeniero alemán que soñaba con enviar cohetes a la luna, al que la guerra ha llevado hasta una pequeña localidad de la costa de Holanda. Allí colabora con Wernher von Braun en el lanzamiento de los cohetes V2 que están destruyendo la capital británica.
Kay Caton-Walsh es una joven oficial que trabaja para el gobierno británico descifrando imágenes aéreas. Tras sobrevivir al ataque de un V2 mientras se encontraba con su amante en una habitación de hotel, se presenta voluntaria para una misión secreta. En Bélgica, recién liberada de la ocupación alemana, se va a montar un operativo para tratar de averiguar la ubicación desde donde se envían los cohetes. Armadas con una regla de cálculo y algunas ecuaciones, Kay y sus compañeras están decididas a localizar y destruir las lanzaderas de los misiles.
No pudo evitar preguntarse por qué el asesino de sus padres la quería viva. Y si eso no era una razón suficiente para desear estar muerta.
Cuando la mañana del 10 de agosto del año 30 a.C. la reina egipcia Cleopatra es encontrada muerta por la guarnición romana encargada de custodiarla para llevarla a Roma para el desfile triunfal de Octavio, la cólera de los romanos recae sobre sus dos hijos mellizos, Cleopatra Selene (Luna) y Alejandro Helios (Sol), de apenas diez años. Son acusados de haber ayudado a su madre a darse muerte, escatimando así el golpe de efecto que hubiese tenido la presencia de la orgullosa egipcia encadenada por las calles de Roma. Los mellizos, juntos con su hermano menor, Ptolomeo Filadelfo, son apresados y llevados a la península itálica. Son los hijos de la reina vencida y del triunviro Marco Antonio, que se ha suicidado también ante la victoria de Octavio.
Los niños llegan horrorizados a Roma en compañía de su tutor y son obligados a desfilar encadenados ante el carro de Octavio, el futuro emperador Augusto, pero su corta edad despierta la compasión del pueblo romano. En la creencia de que quizá puedan serle útiles en el futuro, Octavio accede a perdonarles la vida y ponerlos bajo la tutela de Octavia, su hermana y la legítima esposa de Marco Antonio, la mujer a la que abandonó para unirse a Cleopatra.
Si bien William Carlos Williams debe gran parte de su reconocimiento a la poesía, en la que introdujo conceptos novedosos como el «pie variable» y con la que trató de aprehender un habla típicamente americana en contraposición al inglés europeo, destacó también de manera importante por sus relatos en prosa. Williams, que ejerció durante toda su vida como médico de cabecera y pediatra —ejercía de día y escribía de noche hasta caer rendido—, dedicó un buen número de historias a su profesión y plasmó una sentida y conmovedora semblanza de los hombres y mujeres corrientes. Tanto por su ocupación como por su penetración psicológica y su interés en el ciudadano de a pie y el campesino, a menudo se ha comparado a Williams con Antón Chéjov. Gran impulsor del uso del habla coloquial en su narrativa, sus aportaciones al diálogo interior y el flujo de conciencia lo situaron en la vanguardia literaria de la primera mitad del siglo XX. Pero hoy son el sustrato íntimo de sus personajes y la insondable honestidad de su mirada los que, unidos a su estilo conciso y sugerente, nutrido de imágenes imborrables, lo han convertido en un clásico y en un autor poderosamente vivo para los cánones contemporáneos.