La madrugada de un domingo de Pascua, una madre recorre las calles de Fond-Zombi y un bebé abandonado llora entre las pezuñas de una mula. Ya adulto, Pascal es atractivo, mestizo sin saberse de dónde, y sus ojos son tan verdes como la mar antillana. Vive con su familia adoptiva, pero el misterio de su existencia no tarda en hacer mella en su interior. ¿Cuál es su origen? ¿Qué se espera de él? Los rumores vuelan por la isla. Se dice que cura a los enfermos, que lleva a cabo pescas milagrosas Se dice que es hijo de dios, pero ¿de cuál? Profeta sin mensaje, mesías sin salvación, Pascal se enfrenta a los grandes misterios de este mundo: racismo, explotación y globalización se funden con sus propias vivencias en un relato lleno de belleza y fealdad, de amor y desamor, de esperanza y derrota.
A VECES TU LUGAR EN EL MUNDO NO ES UN «DÓNDE» SINO UN «QUIÉN».
Adalyn Reyes siempre ha estado centrada en los Miami Flames. Sin embargo, su impecable carrera se ve afectada cuando el vídeo de un altercado con la mascota del equipo se hace viral. En consecuencia, el dueño del club (que casualmente es también su padre) la manda a un pueblo en mitad de la nada para que reflote el equipo de fútbol local. Adalyn está dispuesta a dejarse la piel para conseguirlo, pero no contaba con que sus jugadores serían un grupo de niñas de nueve años con tutú y una cabra como mascota.
Además, Cameron Caldani, exportero y leyenda del fútbol, también se encuentra en el pueblo, aunque su presencia allí es todo un misterio. Cam es el candidato perfecto para ayudarla, pero después de un primer encuentro un tanto accidentado (quien dice «accidentado» dice «lo atropellécon el coche»), en los planes del futbolista de élite solo cabe deshacerse de ella cueste lo que cueste. Sin embargo, marcharse no es una posibilidad para Adalyn, que no descansará hasta recuperar su antigua vida. Con o sin la ayuda de Cam.
¿TE ATREVES A JUGARTE EL CORAZÓN?
El diamante
La muerte camina junto a mí, pero la Parca no es un rival para mí.
Estoy encerrada en un mundo lleno de monstruos, vestidos con trajes de hombre, y de gente que no es lo que parece.
No podrán retenerme para siempre.
Ya no reconozco a la persona en la que me he convertido y lucho por hallar el camino que me lleve de vuelta junto a la bestia que me da caza por las noches.
Me llaman el diamante, pero lo único que han creado es un ángel de la muerte.
El cazador
Nací siendo un depredador, con la crueldad incrustada en todos y cada uno de mis huesos.
Y cuando, en mitad de la noche, me roban lo que me pertenece, como un diamante escondido dentro de una fortaleza, noto que ya no puedo retener a la bestia que hay en mí.
La tierra se teñirá de sangre mientras destrozo este mundo para encontrarla.
Y la devolveré al lugar al que pertenece.
Nadie se librará de mi ira, especialmente aquellos que me hayan traicionado.
En 1872 Carlos de Borbón y Austria-Este, llamado Carlos VII por sus adeptos, entró en España para ponerse al frente de las partidas sublevadas contra el rey Amadeo de Saboya, dando inicio a la tercera guerra carlista. Valle-Inclán, de familia carlista y durante muchos años defensor de "la Causa", dedicó a ella entre 1908 y 1910 tres novelas –Los cruzados de la Causa, El resplandor de la guerra y Gerifaltes de antaño– y dos relatos –Una tertulia de antaño y La corte de Estella– en los que volcó su simpatía por el campesinado y su visceral rechazo a la España surgida de la Restauración. Leído hoy, el ciclo de La guerra carlista, que aquí presentamos en una nueva edición a cargo de Ignacio Echevarría, permite establecer un hilo histórico que llega hasta la Guerra Civil y explicar la evolución de los nacionalismos vasco y catalán.
George Sand y Gustave Flaubert se vieron por primera vez el 30 de abril de 1857. Fue en el foyer del teatro del Odéon de París: un apretón de manos y, posiblemente, unas palabras corteses sellaron el encuentro. A ese encuentro siguieron, en septiembre del mismo año, unas páginas en el Courier de Paris que declaraban públicamente la admiración de Sand por Madame Bovary. Y muy poco más, en esos años: apenas un encuentro documentado, en 1859, en el cuarto piso del nº 2 de la rue Racine, vivienda parisina de Sand en ese tiempo. Hasta ese momento, cualquiera -y, para empezar, los dos protagonistas mismos- podría pensar que la relación entre ambos era de carácter literario, en cualquier caso social, cortés y nada personal o íntima. Tras leer las cartas que se intercambiarían en los trece años siguientes descubrimos que la realidad fue después casi la inversa: Sand y Flaubert casi nunca coincidieron en lo literario, pero sus sentimientos no dejaron de acercarlos.