En el París de los años 20, un veterano recibe la misión de encontrar a un soldado desaparecido durante la Primera Guerra Mundial. En los ojos de la madre reconoce el destello de loca esperanza de quien ha perdido a alguien, pero también sabe que ha buscado rastros de muchos soldados barridos por el conflicto y hasta ahora no ha encontrado a ninguno: a pesar de todo, sigue haciéndolo porque es la única manera que ha encontrado de perdonarse a sí mismo por seguir entre los vivos. En busca de Émile se adentrará en los campos de batalla, ahora fríos, e interrogará a exsoldados y testigos que solo buscan olvidar.
1917. En un campo de batalla cerca del río Escaut, John yace sin poder moverse ni sentir las piernas tras una explosión. Luchando por concentrar sus pensamientos, se pierde en la memoria mientras cae la nieve.
En 1920 John ha regresado de la guerra a North Yorkshire. Está vivo, pero no entero. Vive con Helena y reabre su negocio de fotografía, intenta seguir viviendo, pero el pasado irrumpe insistentemente en el presente, cuando los fantasmas empiezan a aparecer en sus fotografías.
Así comienza una narración que abarca cuatro generaciones de conexiones que se encienden y reencienden a medida que avanza el siglo y a veces, en momentos radiantes de deseo y trascendencia, unas chispas vuelan hacia arriba, obrando sus transformaciones décadas después.
En 1996, Sagrario murió baleada en la entrada de su residencia; los disparos alertaron a los vecinos, incluyendo a Hiram, el hijo mayor de la familia Ruvalcaba, de apenas ocho años. Poco después, en 2000, también a Rocío le arrebataron la vida de forma violenta:
fue asesinada y sepultada a medias en la sala de su casa. En 2005, la frontera simbólica entre un asesinato noticioso, anónimo, y el de alguien consanguíneo se quebró. El Jalisco rural y semiurbano se había convertido en una tolvanera de cadáveres, y uno de ellos era el de Antonio Ruvalcaba, el tío del autor.
Tres asesinatos, apenas tres muertes entre todas esas que no somos capaces de contabilizar ni de reconocer. A partir de ellas, Hiram Ruvalcaba entreteje una impresionante novela debut que, desde la autoficción, lo posiciona como digno heredero de la tradición literaria de las tierras de Rulfo y Arreola.
Forty thousand years ago, humanity fled a dying Earth. Traveling in massive arkships, these brave pioneers spread out across the galaxy to find a new home. After traveling thousands of light-years, one fleet of arkships arrived at Centauri, a dense cluster of stars with a vast array of potentially habitable planets. The survivors of Earth signaled to the remaining arkships that humanity had finally found its new home among the stars.
Thousands of years later, the Centauri Cluster has flourished. The original settlers have evolved into advanced beings known as Celestials and divided themselves into powerful Dominions. One of the most influential is that of the Crown Celestials, an alliance of five great houses that controls vast areas of Centauri. As arkships continue to arrive, the remaining humans and their descendants must fight for survival against overwhelming odds or be forced into serving the Crown Dominion.
Cuentos telúricos es una antología de cuentos casi fantásticos, o una colección de relatos mágicos por poco. En Cuentos telúricos caben los califas venerables, los hombres reptil, las niñas listas, los personajes atrapados dentro de personajes, las cartas llegadas del futuro, los círculos en los campos de cereal, los volcanes furibundos, las declaraciones de amor cuántico, los gatos, las abducciones, los calamares gigantes, las fábulas sin moraleja, las emanaciones invisibles surgidas del corazón de la tierra, los curas inmateriales, las mujeres del tiempo... Rodrigo Cortes demuestra una vez más que, si realidad y magia no son lo mismo, son, para su pluma, indistinguibles.
Verano de 1873. El Alexandra Palace acaba de inaugurarse a las afueras de Londres y la vida tranquila de la joven Mary Hessler, que trabaja muy cerca de allí, está a punto de cambiar. Una noche cometerá un acto inconfesable que, muchos años después, será decisivo también para Adela Ferri y Marta Soler.
Verano de 1998. Marta, una celadora en el Museo Sorolla, lleva meses intercambiándose mensajes secretos con un desconocido y sus días transcurren entre hipótesis sobre quién estará detrás de ese juego y paseos por las calles de Madrid. Mientras, en Londres, Adela afronta como puede la crisis de su matrimonio y se siente protagonista de una extraña realidad que ella, pese a dedicarse a la escritura, no consigue definir.
Separadas en el tiempo y el espacio, pero unidas por un recorrido marcado por la culpa, los condicionamientos sociales, la obsesión y la búsqueda del amor, las historias de Mary, Adela y Marta nos demuestran que, a veces, basta cortar un hilo para que todo se desmorone a nuestro alrededor, y que cada decisión que tomamos es una pieza de dominó que se vuelva sobre las demás.