En los tiempos de incertidumbre durante la guerra de Secesión en la década de 1860, cuatro hermanas no podrían ser más diferentes: por una parte, Meg, a quien le gusta hacer las cosas de forma racional y sensata; por otra, Jo, inconformista y con ambiciones de escritora; luego Beth, que amorosamente procura mantener a la familia unida, y Amy, una benjamina que en ocasiones se da demasiada importancia y exagera un poco su clase social. Mientras el padre lucha en la guerra, las cuatro muchachas aprenden a valerse por sí mismas con el apoyo de su madre y descubren que no siempre es fácil para las mujeres jóvenes conquistar un lugar en el mundo. Pero a pesar de los numerosos obstáculos, las hermanas aprenden a abrirse camino y, cada una a su manera, se convierten en personas adultas e independientes.
Georges es hijo de un mulato adinerado, natural de la Île de France (hoy Mauricio), con una tez tan clara que podría pasar por blanco. Tras crecer viendo cómo el valor de su padre se ve comprometido por un sentimiento de inferioridad, llegará a la madurez con la tenaz ambición de jurar venganza a los hombres blancos que lo despreciaron a él, a su padre y a tantos otros durante siglos. Descatalogada desde hace tiempo en España y traducida brillantemente por José Ramón Monreal, esta novela de trasfondo indudablemente autobiográfico, publicada originalmente en 1843, puede apreciarse ahora como nunca antes y sumarse a las grandes obras de un autor inmortal.
UNA OBRA MAESTRA UNIVERSAL Y ETERNA por primera vez en versión íntegra y traducción directa. Edición de lujo. El libro de la almohada es, probablemente, la obra clásica japonesa más leída en Occidente. Escrita a modo de diario íntimo por Sei Shonagon, al servicio de la emperatriz, nos permite acceder a la refinada corte de Heian y nos muestra, sin reparos, los deleites, las inquietudes, las veleidades y las predilecciones de una escritora única. Estas páginas, que pulverizan los siglos y las distancias culturales, narran la vida en la corte imperial de Japón de finales del siglo x a través de los ojos de una mujer excepcional ―inteligente, pícara, quizá algo vanidosa, pero de sensibilidad delicada y talento desbordante. Un libro que demuestra que los clásicos no son clásicos porque lo digan los académicos sino porque, por muchos siglos que pasen, siguen resultando frescos como el primer día. «La prosa de Sei Shonagon es transparente. A través de ella vemos un mundo milagrosamente suspendido en sí mismo, cercano y remoto a un tiempo, como encerrado en una esfera de cristal». Octavio Paz Presentamos por primera vez la versión íntegra, anotada y en traducción directa, de esta obra maestra de las letras japonesas, complementada con un amplio glosario cultural ilustrado.
Obra monumental donde las haya, El conde de Montecristo es la cumbre narrativa de Alexandre Dumas, así como el ejemplo mejor logrado del folletín literario gracias a una compleja trama llena de giros argumentales siempre sorprendentes.
Carismático y camaleónico, Edmond Dantès simboliza como nadie los cambios que vivió Francia durante la primera mitad del siglo XIX. Su descenso a los infiernos y su posterior resurgimiento nos deparan la historia definitiva sobre la sed de venganza y justicia. Pero este clásico atemporal va mucho más allá. En sus páginas vemos un poderoso canto a la lealtad y a la perseverancia, el retrato de un proceso irrepetible de aprendizaje y de superación personal, a la par que una de las novelas más influyentes en la cultura popular contemporánea.
COMO DE QUINCEY Y TANTOS OTROS, he sabido, antes de haber escrito una sola línea, que mi destino sería literario. Mi primer libro data de 1923; mis Obras completas, ahora, reúnen la labor de medio siglo. No sé qué mérito tendrán, pero me place comprobar la variedad de temas que abarcan. La patria, los azares de los mayores, las literaturas que honran las lenguas de los hombres, las filosofías que he tratado de penetrar, los atardeceres, los ocios, las desgarradas orillas de mi ciudad, mi ciudad, mi extraña vida cuya posible justificación está en estas páginas, los sueños olvidados y recuperados, el tiempo... La prosa convive con el verso; acaso para la imaginación ambos son iguales.
Felizmente, no nos debemos a una sola tradición; podemos aspirar a todas. Mis limitaciones personales y mi curiosidad dejan aquí su testimonio.
J.L.B.
EL ESCRITOR VIVE, la tarea de ser poeta no se cumple en determinado horario. Nadie es poeta de ocho a dos y de dos a seis. Quien es poeta lo es siempre, y se ve asaltado por la poesía continuamente. De igual modo que un pintor, supongo, siente que los colores y las formas están asediándolo. O que un músico siente que el extraño mundo de los sonidos —el mundo más extraño del arte— está siempre buscándolo, que hay melodías y disonancias que lo buscan. Para la tarea del artista, la ceguera no es del todo una desdicha: puede ser un instrumento.
J.L.B.