«Una exploración desgarradora y cruda del valor necesario para encontrar tu lugar en el mundo».
Dublín, 7 de octubre del 2019. Un día, una ciudad, dos mujeres: Ruth y Pen. No se conocen, pero ambas se hacen las mismas preguntas: ¿Cómo habitar el mundo en completa sintonía con los demás y, a la vez, con uno mismo? ¿Cómo encajar y hacernos un hueco cuando el destino pretende excluirnos?
El matrimonio de Ruth con Aidan pende de un hilo, y hoy ella debe tomar una decisión: quedarse o partir para siempre, arriesgarse y tender puentes o cortar por lo sano. Para Pen, una adolescente de diecisiete años, hoy es el día en que las palabras fluirán, le contará su verdad a Alice y le preguntará lo que tan desesperadamente desea saber.
Nuestras vidas digitales e hiperconectadas tienen al alcance milenios de conocimiento, pero ¿qué sabemos del mundo de los fantasmas? Nosotros hemos cambiado, pero ellos no: simplemente se han adaptado y han encontrado innovadores caminos para abordarnos. Habitan en nuestras aplicaciones informáticas y deambulan por el metaverso del mismo modo que antes se escondían en casas tenebrosas, empeñados en difuminar los límites entre la vida y la muerte y siempre a la caza de nuevas formas de comunicarse, de rondar nuestros recuerdos, de vengarse o de asumir el control de nuestra vida.
Con un inigualable manejo de los códigos de la narrativa gótica y acompañadas de sus lúcidas reflexiones, Jeanette Winterson nos brinda trece modernas historias de fantasmas. Algunas son ficción, y otras pueden no serlo.
Con cuatro años, Marta Rota perdió a su padre, y en cierto modo también a su madre, pues Margarita Jovani tuvo que ganarse la vida para mantener a su familia.
Procedente de una familia de sastres barceloneses, Margarita se había criado entre telas, hilos y patrones, y se le daba muy bien percibir la belleza que puede sacar a la luz o realzar la alta costura, un don heredado y potenciado por Marta.
Esta niña, con una intuición fuera de lo común para combinar colores y prendas, abandonó a edad temprana unos estudios que poco le ofrecían, porque ella solo tenía un deseo: vestir a las mujeres.