En un pasado lejano, no la llamábamos Hiroshima, sino Ashihara. Era un amplio delta cubierto de juncos». Así comienza la descripción que la escritora Ota Yoko hace del paisaje de su ciudad natal antes de que, el amanecer del 6 de agosto de 1945, la primera bomba atómica que descendía sobre el mundo lo cambiara para siempre. En un instante, un destello de luz verde azulada dejó tras de sí cientos de miles de muertos, una cifra superior de heridos, los edificios derruidos y la tierra quemada. Apenas unos días después, Japón resolvía su rendición absoluta: la guerra había terminado, pero, como remarca la autora, la vida continuaba.
Ciudad de cadáveres es el grito agónico de una víctima apremiada por la urgencia de plasmar por escrito la devastación, el horror, la desesperación y el caos de los que ha sido testigo.
Todavía quedan innumerables historias de la Guadaña. Han pasado siglos desde que el Trueno acunó a la humanidad y el segador Goddard intentó corromperla. Durante muchos años, los humanos han vivido sin la amenaza de la muerte por causas naturales, con los segadores a cargo de controlar la población. Neal Shusterman, en compañía de otros autores, regresa al aterrador, inmenso y emocionante mundo de El arco de la Guadaña con historias de viejos amigos y enemigos, pero también de nuevos héroes, villanos... y algunos que están a medio camino.
El bosque era el lugar al que me gustaba escapar en mi niñez y mi adolescencia; aquél era mi lugar. Allí aprendí que la oscuridad brilla, más aún, resplandece; que los vuelos de los pájaros escriben en el aire antiquísimas palabras, de donde han brotado todos los libros del mundo...» Así comienza este singular relato, un texto de fabulación y poesía, extraído del discurso que la escritora barcelonesa, Ana María Matute, pronunció en 1996 con motivo de su ingreso en la Real Academia de la Lengua Española.