En Colección permanente, la autora de El corazón del daño nos permite acceder al centro neurálgico de su museo personal, donde figuran sus obsesiones, su preferencia por el desvío y su constante apuesta por una poética de la incertidumbre.
Mezclando la cita literaria, el reportaje apócrifo y la figura de un maestro imaginario con una escritura abierta a la inquietud y la intuición perturbadora, compone también su propia ética, casi un manifiesto que cuestiona el dogmatismo, la pretensión de originalidad y la banalidad de la conversación contemporánea alrededor de la literatura.
Benjamín Prado
Un secreto del pasado ha regresado para atormentar a la famosa escritora hispanofrancesa Alice Leclerc. Algo horrible sucedió en Biarritz hace diez años, en medio de una investigación extraoficial realizada por quien entonces era su prometido, el agente de la Gendarmerie Kevin Girard. Las secuelas de aquel caso nunca cicatrizaron.
En el Centro Penitenciario de Zuera, en Aragón, una mujer agota las últimas semanas de prisión preventiva antes de que se celebre su juicio: Ana Castán, quien probablemente sea la presa más famosa del país. Sobre ella pesa la acusación de haber cometido los sangrientos crímenes que sacudieron la localidad pirenaica de As Boiras un año atrás, donde la intervención de Alice Leclerc fue vital para lograr su detención.
Lo que nadie sospecha es que Ana es la única persona que puede ayudar a Alice a cerrar, de una vez por todas, el círculo de lo que ocurrió en Biarritz. Quienes una vez fueron amigas íntimas están condenadas a volver a entenderse.
Las casas son siete, y están vacías. La narradora, según Rodrigo Fresán, es «una científica cuerda contemplando locos, o gente que está pensando seriamente en volverse loca». Y la cordura, como siempre, es superficial.
Samanta Schweblin nos arrastra –desde hace diez años– hacia Siete casas vacías y, en torno a ellas, empuja a sus personajes a explorar terrores cotidianos, a diseccionar los miedos propios y ajenos, y a poner sobre la mesa los prejuicios de quienes, entre el extrañamiento y una «normalidad» enrarecida, contemplan a los demás y se contemplan.
La prosa afilada y precisa de Schweblin, su capacidad para crear atmósferas densas e inquietantes, y la estremecedora gama de sensaciones que recorren sus cuentos han hecho a este libro uno de los más importantes de la última década.
Roma, 1960. Mientras un Andre Aciman adolescente observa el puerto de su nueva ciudad, su madre se preocupa por el equipaje: treinta y dos maletas y baúles que contienen todo su mundo. Acaban de llegar a Italia desde Alejandría, hogar que han tenido que dejar atrás. Su padre sigue en Egipto y ahora Andre es el cabeza de familia. Solían tener una buena vida, pero todo vestigio de su estatus se ha esfumado tras su huida.
El autor, su hermano pequeño y su madre se mudan a un apartamento de la capital italiana que justo antes de su llegada se usaba como burdel. Mientras buscan la manera de encontrar su sitio en la ciudad, el autor se encierra en su habitación para leer un libro tras otro.
En los momentos cruciales de su infancia, la niña siempre tenía a mano una naranja: la agarraba, la pelaba y la comía como si esa pieza de fruta fuera a consolarla de todos sus males. Más tarde descubrió una fruta distinta, más sabrosa, que había que comer a escondidas, lejos de las habladurías de la gente y de la mirada inquisidora de su madre; era una fruta prohibida, pero valía la pena correr el riesgo y disfrutar de aquella delicia.
Adoptada por un matrimonio evangélico de una pequeña ciudad industrial inglesa, la niña creció a la sombra del fervor religioso de toda una comunidad. Los primeros años de su vida fueron un ir y venir entre feligreses seducidos por los sermones y las palabras de la Biblia, pero cuando tenía poco más de diez años la niña supo que ella era distinta y que las leyes de su cuerpo la llevarían a descubrir otra forma de amar.
¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?», preguntó la señora Winterson a su hija Jeanette cuando ella, recién cumplidos los dieciséis años, le confesó haberse enamorado de otra chica. Curiosa pregunta, pero poco más podía esperarse de una mujer que había adoptado a una niña para hacer de ella una aliada en su misión religiosa, y en cambio se las tuvo que ver con un ser extraño que pedía a gritos su porción de felicidad.
Armada con dos juegos de dentadura postiza y una pistola escondida bajo los trapos de cocina, la señora Winterson hizo lo que pudo para disciplinar a Jeanette: en casa los libros estaban prohibidos, las amistades eran mal vistas, los besos y abrazos eran gestos extravagantes y cualquier falta se castigaba con noches enteras al raso, pero de nada sirvió. Esa chica pelirroja que parecía hija del mismísimo diablo se rebeló, para buscar el placer en la piel de otras mujeres y encontrar en la biblioteca del barrio novelas y poemas que la ayudaran a crecer.
Una mujer joven se muda a un país remoto para ser el ama de casa de su hermano, cuya esposa lo ha abandonado.
Tras su llegada, empiezan a producirse una serie de acontecimientos inexplicables: una histeria colectiva bovina, la muerte de una oveja con su cordero a punto de nacer, el embarazo psicológico de una perra, la extraña contención de las aves domésticas y una plaga que arrasa las plantaciones de patatas. La desconfianza de los lugareños recae en ella y se la acusa de algo que desconoce en un idioma que no entiende. La hostilidad crece, sus vecinos asedian su casa y el miedo la invade.
Virginia no conoció a su padre, Peter Tangvald, más que por los libros que él publicó y los reportajes que protagonizó. El legendario aventurero noruego pasó su vida surcando océanos a bordo del velero que construyó, desafiando los elementos y las convenciones. Casado siete veces, perdió a dos de sus esposas en misteriosas circunstancias, antes de naufragar con su hija Carmen, de ocho años, en las Antillas en 1991. Único superviviente de la tragedia, su hijo Thomas adoptó el mismo estilo de vida errante hasta desaparecer a su vez en el mar sin dejar rastro. La autora también nació a bordo de aquel barco, sin recuerdos de ese padre, carismático y peligroso, del que su madre Florence, la séptima esposa, huyó cuando Virginia era apenas un bebé. Obsesionada por descubrir quién era en verdad, inicia una investigación para tratar de reunir todas las piezas de una historia de libertad sin límites. Sin embargo, a medida que se acumulan las revelaciones y las muertes, descubre que su padre no es ese héroe al que había idealizado.
La distancia que toma Loriga respecto de lo narrado, su sentido de humor y la ligereza para hablar de lo poco importante que es creerse importante son esenciales para recomendar su lectura".Carlos Zanón, La Vanguardia
"El mundo, es bien sabido, no es más que una emboscada".
El narrador de esta historia despierta en una cama que no reconoce en una habitación que no siente propia. Está amaneciendo y no sabe dónde está, ni que le impide levantarse, le cuesta abrir los ojos e identificar los ruidos y las voces que llegan desde el exterior. En su duermevela, trata de engarzar un recuerdo con otro hasta componer un mosaico en el que solo una constante parece anclarlo a la realidad: la relación que le une a Elisa y Tim.