El volumen incluye, junto a la edición anotada del texto, un ensayo de Francisco Rico titulado Un canto de frontera: «La gesta de Mio Cid el de Bivar» y estudios de Alberto Montaner que abordan cuestiones como
la composición de la obra, el poema épico y su contexto, la constitución interna del Cantar y la historia del texto.
La épica consiste, como ya definía Aristóteles, en la representación de un héroe esforzado mediante una narración poética. En el caso del Cantar de Mio Cid tal presentación resulta perfectamente ajustada a su contenido y refleja lo que podría considerarse la línea maestra de su construcción interna.
Cuarenta años después de que Barthes vaticinara que "la obra de Brecht sería cada vez más importante", cabe preguntarse si tal profecía se ha cumplido sin matices. La aparición de un copioso volumen con su teatro completo quizá sea buen momento para averiguarlo. Repasando sus treinta y tantas obras, advertimos algunas constantes de su teatro. Por ejemplo, el clásico "primum vivere, deinde philosophari", que él tradujo en La ópera... como "primero comer, después moralizar", ya figuraba en "La Biblia", una pieza breve escrita a los quince años, que aparece aquí por vez primera en español. Y han pervivido sin tambalearse secuencias y personajes inolvidables: esa eficacia teatral para transmitir el "terror" y la "miseria" en algunas escenas de "Terror y miseria..."; el grito desgarrador de Shen Te que ya torturaba a Job: "¿Por qué la maldad tiene su premio y por qué aguardan a los buenos tan duras penas?"; o Azdak, el cínico juez de El círculo, que acaso podría ser un alter ego de Brecht. En cambio ha envejecido mal el didactismo.
Las flores del mal es uno de los primeros y más grandes testimonios artísticos de los temores, pasiones y contradicciones que atenazan al hombre moderno, tironeado por impulsos encontrados, nostálgico de un viejo orden que sin embargo hace todo lo posible por derribar. Manuel J. Santayana nos ofrece una traducción memorable, que recrea con espléndida musicalidad el metro y las rimas del original y nos ofrece un Baudelaire para el nuevo siglo: vital y decadente, sentencioso y profético.