La princesa Théra deja el trono en manos de su hermano pequeño para luchar contra los lyucu en Ukyu-Gondé. Ha cruzado el legendario Muro de las Tormentas con una flota de guerra y diez mil combatientes. En Dara, mientras tanto, las corrientes de poder fluctúan al vaivén de las rivalidades de los líderes lyucu y la corte del Diente de León. Aquí, padres e hijos, maestros y discípulos, emperatriz y pékyu, alimentan las semillas de planes que tardarán años en germinar. En todas partes, el espíritu de la innovación flota en el ambiente como semillas de diente de león y el pueblo, los olvidados y los ignorados empiezan a ingeniar soluciones para una nueva era. En la tradición de las grandes epopeyas de nuestra historia, Ken Liu construye en esta saga una historia de formidable alcance y magnitud.
En las tres novelas que componen esta monumental serie, el misterioso Jaime, Jacobo, Jacques o Jack Deza, que trabaja para el servicio secreto británico, se dedica a «escuchar y fijarse e interpretar y contar», intuir si quienes tiene delante serán víctimas o verdugos, serán capaces de morir o de matar. Al cabo de encuentros con personajes no menos huidizos que él mismo, Deza se encontrará en una encrucijada que le provocará el deseo de abandonar su colaboración con el servicio secreto británico, y terminará por desvelar el rostro futuro de quienes lo han acompañado hasta ahora y sobre todo el suyo propio, así como las traiciones que irremisiblemente nos depara nuestro presente, nuestro mundo.
La humanidad se enfrenta a una nueva Desolación con el regreso de los Portadores del Vacío, un enemigo tan grande en número como en sed de venganza. La victoria fugaz de los ejércitos alezi de Dalinar Kholin ha tenido consecuencias: el enemigo parshendi ha convocado la violenta tormenta eterna, que arrasa el mundo y hace que los hasta ahora pacíficos parshmenios descubran con horror que llevan un milenio esclavizados por los humanos. Al mismo tiempo, en una desesperada huida para alertar a su familia de la amenaza, Kaladin se pregunta si la repentina ira de los parshmenios está justificada.