Polonia, 1939. Cuando el fotógrafo profesional Wilhelm Brasse es deportado a Auschwitz-Birkenau, se ve forzado a tomar «fotografías de identidad» de los prisioneros cuando llegan en tren. En una carrera mortal por la supervivencia, también deberá retratar a los guardias nazis y documentar los «experimentos» médicos inhumanos dirigidos por Josef Mengele, que lo marcarán para siempre.
Basada en la vida real de Wilhelm Brasse, El fotógrafo de Auschwitz es un crudo recordatorio en blanco y negro de los horrores del Holocausto. Esta conmovedora obra lleva a los lectores tras las alambradas del campo de concentración más temido del mundo, dando vida a Brasse, quien tuvo que hacer clic en el botón del obturador miles de veces antes de lograr unirse a la Resistencia.
Nora Stephens se ha pasado la vida entre libros; es una dura agente literaria que pelea por las obras y los contratos de cada uno de sus clientes. Solo hay una cosa que esté por encima de su trabajo: su hermana pequeña Libby, a la que lleva cuidando desde que su madre falleció. Por eso decide acceder a su petición e ir con ella a Sunshine Falls, el lugar en el que se ambienta su libro favorito. Allí, Libby pretende realizar un viaje de transformación en el que recrear las escenas de sus novelas favoritas hasta lograr que Nora sea la protagonista de su propia novela.
Con lo que ninguna de las dos cuenta es con toparse con Charlie Lastra, un editor con el que Nora ya había tenido un encontronazo en Nueva York y que amenaza con convertirse en una presencia constante en sus vacaciones. A veces, ni siquiera una agente literaria y un editor son capaces de escribir su propia historia.
Todo lo que Natalia Ginzburg evoca y describe sucede en nosotros como por primera vez, pero perdura para siempre. En Vida imaginaria, quizá su obra menos conocida, pero al mismo tiempo la más versátil y combativa, publicada en 1974 e inédita en castellano, la autora aborda, entre otros asuntos, la condición de la mujer y el feminismo, la infancia y las incertidumbres de la edad adulta o la debilidad de nuestras democracias. También retrata a algunos escritores muy queridos por ella, como Italo Calvino, Elsa Morante o Cesare Pavese, y nos habla de películas y de directores (Fellini, Bergman) cuyo arte supo reconocer desde el principio. Con discreta contundencia y una voz única, Ginzburg participa, a través de cada uno de estos textos, en la vida de hoy, de un hoy que data de hace medio siglo, pero que el lector no dejará de trasladar al aquí y al ahora, y a los dilemas estéticos, morales y políticos a los que nos seguimos enfrentando.