La labor periodística de Mario Vargas Llosa está jalonada de textos imprescindibles sobre la cultura, la política, la historia y la realidad social de Perú cuya lectura en este volumen revela la profunda vinculación del Premio Nobel de Literatura con su país.
«Éste es el Perú que recorrió, vivió y vio evolucionar social, cultural y políticamente. El país en el que se inspiró para escribir sus novelas, el que incubó sus demonios literarios y el que despertó su inconformismo y su curiosidad intelectual. Éste es el Perú en el que proyectó sus ilusiones y con el que se enfrascó en más de una escaramuza; la sociedad que quiso transformar desde la acción política y que finalmente ayudó a moldear desde el debate público. Si como novelista logró fijar una imagen del Perú que hoy es mundialmente reconocida una imagen ficticia, mítica, que sin embargo resume de manera fiel los conflictos, dilemas, frustraciones y anhelos de la vida peruana , como intelectual logró contagiar a la sociedad con sus preocupaciones, ideas, gustos y valores. No es exagerado decir que la conversación pública en el Perú actual es la que es, en gran medida, porque a lo largo del último medio siglo Vargas Llosa publicó determinados artículos y determinados ensayos, y porque con ellos logró abrir debates económicos, morales, ideológicos y estéticos de enorme impacto en los distintos ámbitos de la vida peruana».
La Venecia de las olvidadas es una antología de escritos de auto- ras británicas y norteamericanas de la segunda mitad del s. xix dedicados a la ciudad de los canales. El objetivo de esta antología es recuperar, reivindicar y difundir a dieciséis escritoras ajenas al canon pero que tuvieron una presencia destacada en el pano- rama literario, artístico y cultural de la época (donde gozaron de reconocimiento y popularidad) y que además establecieron entre sí lazos intelectuales, sociales y de amistad, siempre siguiendo el hilo conductor de Venecia. Los distintos bagajes personales e intelectuales de las autoras hacen que cada texto tenga un foco de atención y estilo peculiares; pero, tomados en su conjunto, los fragmentos componen un rico mosaico de la Venecia del s. xix.
Y, como un espejo, la Venecia ochocentista nos devuelve el fiel reflejo de estas mujeres: de generaciones distintas, de regiones o naciones diversas, autoras consagradas o noveles, casadas unas con italianos, solteras otras, viudas... Algunas se dedicaron pro- fesionalmente a la literatura de viajes, varias fueron especialis- tas en historia e historia del arte, casi todas hablaban italiano con fluidez y más de la mitad leía y reseñaba libros franceses y alemanes. Ahora, a través de sus textos viajaremos a una Vene- cia antigua y a otra atemporal, y por sus callejuelas, patios y canales nos reencontraremos con la olvidada voz de sus autoras.
Peggy y Molly son las hijas, y modelos, de Thomas Gainsborough, uno de los retratistas ingleses más famosos del siglo XVIII. Ellas, además de hermanas, son muy buenas amigas. Sus juegos favoritos son espiar a su padre en su estudio y sacar de quicio a su madre, preocupada desde muy pronto por cómo presentar a sus hijas en sociedad. Pero su universo infantil se quiebra cuando Molly empieza a sufrir unos extraños ataques en los que pierde conciencia de la realidad. Peggy asume en secreto el cuidado de su hermana, pues sabe que, si se descubre su enfermedad, será internada en un manicomio. Así crecen las dos, hasta el día en que Peggy se enamora de un amigo de su padre, el encantador compositor Johann Fischer. Su romance con Johann desencadena una amarga traición y obliga a Peggy a cuestionarse el vínculo tan estrecho que tenía con su hermana.
Las hijas del pintor es una novela tierna y oscura sobre dos jóvenes que se desviven por asemejarse a la imagen idealizada de ellas que su padre enseña al mundo en sus retratos. Es la lucha de dos hermanas por entender la historia de un pasado familiar que les ha sido escamoteado.
Escrita entre 1879 y 1880, LOS HERMANOS KARAMÁZOV es la última novela que escribió Fiódor Dostoyevski (1821-1881) y supone una síntesis de todas las inquietudes existenciales del autor. Su compleja galería de personajes está presidida por Fiódor Karamázov, el padre, ruin, hipócrita, avaro, cínico y libertino, y por sus descendientes: Dmitri, sensual, orgulloso y cruel, pero también generoso y capaz de rasgos de bondad y sacrificio; Iván, un intelectual escéptico que niega la existencia de Dios y el amor al prójimo; Aliosha, un cristiano místico que opone al humanitarismo revolucionario y al nihilismo el amor a Dios y al prójimo, aunque tampoco es inmune a las sensaciones turbias que lo invaden, y finalmente Smerdiakov, el cínico y perverso hijo natural, carente de todo sentido de responsabilidad moral. La obra, que tiene uno de sus puntos culminantes con el célebre relato del Gran Inquisidor, refleja una concepción del hombre como campo de batalla en el que luchan Dios y el Diablo, el bien y el mal.
"En toda mujer hay fuerzas poderosas pendientes de descubrir."
Mujeres que corren con los lobos es un fascinante mosaico de historias que nos ofrece una nueva visión de lo femenino y de sus posibilidades.
Dentro de toda mujer alienta una vida secreta, una fuerza ponderosa llena de buenos instintos, creatividad y sabiduría. Es la Mujer Salvaje, una especie en peligro de extinción debido a los contantes esfuerzos de la sociedad por "civilizar" a las mujeres y constreñirlas a rígidos papeles que anulan su esencia instintiva.
El adjetivo que mejor define la poesía de Cristina Rivera Garza, una de las escritoras más relevantes de la literatura mexicana actual, es «indómita». Porque quiebra los géneros con un sinfín de formas que van desde los posteos o los tuits hasta los textos comunales, los telegramas y las bitácoras, pero también porque rompe la sintaxis y hasta el mismo lenguaje. Estas profundas fisuras señalan ausencias: de cuerpos —más de cien mil personas han desaparecido en el lapso de dos décadas en México— y de palabras.
Sus versos salvajes tejen nodos territoriales y afectivos, evocan corporeidades, juegan con la autoficción, construyen múltiples voces, tienden vasos comunicantes con su narrativa y están atravesados por las obsesiones que vertebran su obra: la violencia y la muerte, la enfermedad y el amor, el sueño y la razón. Son poemas que convierten a sus lectores en «traductores-detectives-cómplices» y que viven más allá de la página.