Los límpidos versos de Manuel Astur, reminiscentes de la obra de Walt Whitman y Mary Oliver, pero también de la poesía clásica china, son un estremecido canto a la vida en que el mundo natural ejerce a un tiempo de cálido refugio e inevitable recordatorio de nuestra finitud. Destellos exógenos de una cruel belleza traen ecos del pasado al poeta, pero también vislumbres de una serenidad que lo reconcilia con la amarga caída del fruto siempre verde de la vida.
Alessa no cree que el amor exista. Lo que no sabe es que, la mayoría de las veces, el amor aparece cuando no creemos en él. La madre de Alessa cree que intentó suicidarse. Por ese motivo, la obliga a pasar el verano en Camden Hall, un centro de rehabilitación exclusivo, para que reciba tratamiento y se recupere. Al principio, su carácter impulsivo y rebelde colisiona con su nueva realidad. Hasta que se cruza con el enigmático Jake Harris, un joven que siempre va acompañado de su vieja guitarra y al que todos parecen conocer. Con él entablará la relación más especial, entre vinilos y canciones de Johnny Cash, David Bowie o Elliott Smith. Los dos conocen la tristeza que encierran las noches solitarias. Pero un día empiezan a compartir las madrugadas y el dolor se irá fundiendo poco a poco para dar paso una intensa conexión. Una historia punzante y deliciosa sobre el complicado viaje hacia la edad adulta, la importancia de enfrentar nuestros miedos y la revelación del primer amor.
Fernando de Herrera fue de los primeros escritores españoles en celebrar formalmente la batalla de Lepanto. La inmediatez y el impacto público del acontecimiento, así como la ausencia de textos castellanos que lo hubieran abordado con desempeño suficiente, fueron las causas que el poeta esgrimió para justificar la escritura de la obra. Herrera intervino aquí y allá a lo largo del libro para dar cuenta de su quehacer como historiador, pero también hizo las veces de hombre de letras, de modo que esta obra se convirtió en referencia oficial para la monarquía hispánica. Los autores que en los años sucesivos se ocuparon de la batalla acudieron reiteradamente al discurso construido por Herrera, ya fuera como fuente de información o como modelo literario.
Twelve-year-old Bird Gardner lives a quiet existence with his loving but broken father, a former linguist who now shelves books in a university library. His mother Margaret, a Chinese American poet, left the family when he was nine years old without a trace. Bird knows to not ask too many questions, stand out too much, or stray too far. For a decade, his family's life has been governed by laws written to preserve “American culture” in the wake of years of economic instability and violence. To keep the peace and restore prosperity, the authorities are now allowed to relocate children of dissidents, especially those of Asian origin, and libraries have been forced to remove books seen as unpatriotic.
Bird has grown up disavowing his mother and her poems; he doesn’t know her work or what happened to her, and he knows he shouldn’t wonder. But when he receives a mysterious letter containing only a cryptic drawing, he is pulled into a quest to find her. His journey will take him back to the many folktales she poured into his head as a child, through the ranks of an underground network of librarians, into the lives of the children who have been taken, and finally to New York City, where a new act of defiance may be the beginning of much-needed change.
Llueve en la taza reúne más de treinta poemas del gran escritor danés Henrik Nordbrandt publicados entre 1969 y 2007.
Como señala Juan Marqués en el prólogo a esta edición: «Si hablamos de intimidad, ficción y talento, entramos ya de lleno en territorio de Henrik Nordbrandt, cuya estatura poética es tan inmensa como discreta: es un talento que no atropella, un talento que llega muy alto sin dejar de hacer sonreír. Uno se siente bien mientras lee a Nordbrandt, se tiene la sensación de estar siendo invitado a participar de un discurso civilizador y pacífico, de una poesía que resulta amable incluso cuando quiere ser dura, de unas palabras justas».
«Imagínense a un marido que tiene ante sí, sobre la mesa, a su esposa, la cual se ha suicidado arrojándose por la ventana. El marido se encuentra aún aturdido, todavía no ha tenido tiempo de concentrarse. Va y viene por las habitaciones de su casa esforzándose por hacerse cargo de lo ocurrido, por «fijar su pensamiento en un punto». Además, es un hipocondríaco empedernido, de los que hablan consigo mismo. También en ese momento está hablando solo, cuenta lo sucedido, se lo aclara. A pesar de la aparente trabazón de su discurso, se contradice varias veces a sí mismo, tanto por lo que respecta a la lógica como a los sentimientos. Se justifica, la acusa a ella y se sume en explicaciones tangenciales en las que la vulgaridad de ideas y afectos se junta a la hondura de pensamiento. Poco a poco va aclarando lo ocurrido y concentrando «los pensamientos en un punto». Varios de los recuerdos evocados le llevan por fin a la verdad, la cual, quiera o no, eleva su entendimiento y su corazón. Al final cambia incluso el tono del relato, si se compara con el desorden del comienzo. El desdichado descubre la verdad bastante clara y de perfiles concretos, por lo menos para sí mismo.» Es así como Dostoyevski se dirige a sus lectores para introducirles La sumisa, publicada en 1876, uno de los últimos relatos surgidos de la pluma del gran escritor ruso, mientras trabajaba en la que sería su última novela Los hermanos Karamázov. La publicamos ahora en castellano recuperando la espléndida traducción de Juan Luis Abollado.