«Había una vez una prostituta llamada María...» así, comienza la novela que conmovió al mundo. Once minutos es una obra de realismo social y crítico a través del erotismo y el sexo. Reclama la importancia de no negar los instintos que surgen del lado oscuro del deseo. Es la reivindicación de la sexualidad femenina y la exploración del miedo a la entrega total más allá de tus propias barreras. Porque el mundo gira alrededor de algo que dura solamente once minutos.
En una isla de las costas de Maine, un hombre es encontrado muerto. No hay identificación de su cuerpo. Solo el esforzado trabajo de un par de periodistas locales y de un graduado en medicina forense logra descubrir algunas pistas para, después de un año, saber quién es el muerto. Pero es aquí donde comienza el misterio. Porque cuanto más descubren del hombre y de las extrañas circunstancias de su muerte, menos comprenden. ¿Se trata de un crimen imposible? ¿O de algo aún mas extraño...? Con ecos de El halcón maltés de Dashiell Hammett y de la obra de Graham Greene, Stephen King presenta un relato sorprendente y conmovedor, cuyo tema es nada menos que la naturaleza del propio misterio.
Para Jack, un niño de cinco años, la habitación es el mundo entero,el lugar donde nació,donde come,juega y aprende.Por la noche,Mamá lo pone a dormir en el armario,por si viene el viejo Nick... Para su madre, la habitación es el cubículo donde lleva siete años encerrada.Con gran tesón e ingenio,ha creado en ese reducido espacio una vida para su hijo, y su amor por él es lo único que le permite soportar lo insoportable. Pero la curiosidad de uno crece a la par que la desesperación de la otra.Solo queda urdir la huida,un plan más arriesgado de lo que ambos pueden llegar a imaginar.
«-Anda,niña: dinos quién fue. Ella se demoró apenas el tiempo necesario para decir el nombre. Lo buscó en las tinieblas, lo encontró a primera vista entre los tantos y tantos nombres confundibles de este mundo y del otro, y lo dejó clavado en la pared con su dardo certerom como a una mariposa cuya sentencia estaba escrita desde siempre.-»
En mayo de 1867 un grupo de hombres inician un viaje a través de la India en un fantástico medio de transporte: un vehículo con tracción a vapor acondicionado como vivienda. La enemistad entre el coronel Munro y Nana Sahib, sanguinario líder de la rebelión de los cipayos, así como la caza del tigre, constituyen los ejes narrativos de esta espléndida novela que es, a la vez, un viaje hacia lo más hondo de la aventura. La mayor parte de la obra de Jules Verne se reviste de un fuerte componente científico en el que, a menudo, reside la clave de la historia. La casa de vapor, magníficamente traducida aquí por Héctor López Gómez, no es una excepción a la regla. De este modo, la introducción del físico nuclear y divulgador Charles-Noël Martin supone una aportación única para el presente volumen.
Cuando en 1953 se estrenó en París Esperando a Godot, pocos sabían quién era Samuel Beckett, salvo, quizá, los que ya lo conocían como exsecretario de otro irlandés no menos genial: James Joyce. Por aquellas fechas, Beckett tenía escrita ya gran parte de su obra literaria; sin embargo, para muchos pasó a ser «el autor de Esperando a Godot». Se dice que, desde aquella primera puesta en escena -que causó estupefacción y obtuvo tanto éxito- hasta nuestros días, no ha habido año en que, en algún lugar del planeta, no se haya representado Esperando a Godot. El propio Beckett comentó en cierta ocasión, poco después de recibir el Premio Novel de Literatura en 1969, que Esperando a Godot era una obra «horriblemente cómica». Sí, todo lo horriblemente cómica que puede resultar la situación de dos seres cuya grotesca vida se funda en la vana espera de ese ser al que llaman Godot.