Hace muchos miles de años, en un mundo que poco tiene que ver con el actual pero que también era el nuestro, un muchacho sin nombre al que llaman Piojo, y que solo conoce la crueldad del hombre que lo ha cuidado desde que se quedó huérfano, emprende su lucha por la existencia. De manera fortuita, se cruzará en su camino con los Hombres Águila, entre los que encontrará a su primer amigo, el orgulloso Viento del Norte, y a su amor verdadero, la inolvidable Gata. Serán precisamente la amistad y el amor los que impulsen a Piojo a la mayor aventura de su vida. Capaz de ver lo que lo rodea con la luz y la mirada del artista y de arrostrar los peligros que se le presentan con la serenidad de los auténticos héroes, Piojo sabrá entender sus sueños y conseguirá por fin un nombre y un lugar al que pertenecer.
Para un padre no hay mayor dolor que perder a un hijo. Y Roberto Cusac lo sabe bien: bastaron unos segundos para que Jaime desapareciera de un parque infantil sin dejar rastro. Años más tarde, en un intento por redimir su culpa, entra a trabajar como investigador privado en una fundación de personas desaparecidas junto con Inés Herrera, su esposa, quien se encarga de la parte legal. Tienen otro hijo, que ha crecido a la sombra de un hermano al que nunca conoció, pero que continúa presente en la vida de sus padres. Y más cuando una noche, en un paraje inhóspito, reaparece un niño desaparecido. Desnutrido y con evidentes signos de tortura, el pequeño relata haber estado encerrado por un hombre sin rostro. Desde ese instante, y guiados por el temor de que Jaime haya sufrido la misma suerte, Roberto e Inés iniciarán una investigación paralela para descubrir la verdad.
Suena el teléfono temprano con la urgencia de las malas noticias, y el narrador escucha a su hermano anunciar que su padre está infartado de camino al hospital. El hombre, admirado y amado por su hijo, había ido perdiendo la cabeza a manos de la ingrata vejez, y ese olvido y esa mirada extraviada despiertan en el protagonista la necesidad de contar la historia de ese trabajador humilde. Historia que no se puede contar sin la del barrio que los vio crecer a Gilmer y a sus hermanos, y la de sus habitantes que lograron eludir la fatal cuadra y sus improbables devenires, tan cargados de realidad colombiana como ningún otro.
Aranjuez se convierte así en el escenario de vidas complejas a las que la mirada sensible de Mesa dota de dignidad y esplendor, en la medida en que nos comparte el dolor profundo del hijo que observa los desvaríos de su padre.