Un duro y bellísimo ajuste de cuentas de un hijo con la figura del padre.
¿Qué tienen en común una pintura china de hace 1.300 años, la poesía de Dylan Thomas, las investigaciones etnográficas de Lévi-Strauss, un célebre apunte de los diarios de Kafka y una escena de El fuego fatuo de Louis Malle?
La respuesta está en la habitación donde un hombre agoniza mientras su hijo, el escritor Ricardo Menéndez Salmón, busca en el último paisaje que su padre ha contemplado una revelación que quizá no exista.
No entres dócilmente en esa noche quieta es una ofrenda, una elegía y una expiación. Es también el intento por reconstruir una existencia que camina hacia la madurez, la de quien escribe, a través de una existencia que se agota sin remedio, la de quien le entregó la vida.
«Ésta es la historia de un hombre que sin saberlo fue su siglo y la de un lugar que se condensa aquí en un nombre propio; Germán Alcántara Carnero. Una historia de violencia incontenible y natural que exige ser contada como una biografía discontinua y que no debía empezar aquí»
Así comienza El cielo árido, la historia de Germán Alcántara Carnero: de los hombres y las mujeres que vivieron a su lado y de la meseta en la que Monge destila las esencias de una Latinoamérica salvaje. Un lugar árido, donde las únicas constantes parecieran ser la soledad, la violencia, la lealtad y la lucha cotidiana por hacerse con una escala de valores que dote de sentido a la existencia.
Desagüe recorre la historia del Valle de México y sus aguas: el asedio de Tenochtitlan, el desarrollo de la capital de la Nueva España, el megaproyecto del Gran Canal del Desagüe en el porfiriato, y la relación de la Caja Colectora con los habitantes de la Ciudad de México contemporánea. Diego Rodríguez Landeros documenta la relación de la capital mexicana y el agua a través de los años; tanto en un sentido histórico, como en uno más íntimo.