¿Es posible reinventar el pasado? ¿Hasta qué punto puede la ficción cambiar el curso de los acontecimientos? Marcelino Quijano y Quadra, payanés ilustrado e invencible tahúr, hombre de todas las épocas y de ninguna, se dedica a fabricar ficciones, un oficio tan misterioso como él mismo. Roba cartas de papel y husmea en ellas no solo para rastrear la novela que yace en toda suerte ajena sino también para reescribirla y salvarla, como un dios discreto, anónimo y bienhechor. Su última misión es tan absurda y delirante que si no hubiera ocurrido de verdad sería increíble: la firma de la paz, en 1988, entre el Reino de Bélgica y el Departamento de Boyacá, en guerra, sin que nadie lo supiera, desde 1867.
Tras el éxito de El hombre que no fue Jueves, Juan Esteban Constaín regresa a la novela con una historia en la que entremezcla magistralmente la realidad y la ficción, esa dualidad fundamental que define y le da sentido a la vida.
Una heredera virgen y gélida como el hielo y un dios arrogante que se ha propuesto derretirla...
Rose Calloway pensaba que lo tenía todo bajo control. Hija de un magnate con una empresa multimillonaria, a sus veintitrés años se ha graduado en la Universidad de Princeton, es campeona en multitud de torneos académicos y diseñadora de moda. Sin embargo, la fortuna no siempre le sonríe.
Cuando su marca de ropa está en peligro, recurre a una solución poco convencional para salvarla. Por si eso no fuera lo bastante complicado, accede mantener una relación con su rival académico en la universidad, el dios Connor Cobalt.
A sus veinticuatro años, Connor Cobalt es el azote de los débiles. Seguro de sí mismo y de su inteligencia, Connor jura ayudar a Rose dentro y fuera del dormitorio. Sin embargo, nadie ha conseguido superar el desafío de derretir a la reina del hielo.
Y ahora, encima, viven juntos.
Los poetas líricos griegos poseen una importancia singular: son los primeros autores de Occidente que deciden escribir sobre las cosas que todavía hoy nos conmueven y apasionan.
La naturaleza, la amistad, la guerra y el deseo son algunos de los temas que llenan estas páginas, en las que voces individuales de toda la Grecia arcaica se alzan para componer una hermosa pieza coral que incita a a vivir en plenitud.
"Las rosas de Pieria" es un nombre metafórico otorgado a las Musas, diosas de la creación.
Bajo su tutela compusieron los líricos griegos arcaicos, cada uno de los cuales tuvo, por supuesto, su propia personalidad y sus particularidades pero compartiendo todos ellos un tono común, además del tiempo (entre los siglos VII-VI a.
de C., aproximadamente) y el espacio (la Grecia continental y la insular) donde les tocó vivir.