Un caso complejo de la anciana más astuta del género de detectives.
Un misterio a la altura de Miss Marple.
Los sentimientos de Miss Heather hacia la popular estrella de cine Marina Gregg no andan muy lejos de la veneración. Por nada del mundo perdería la oportunidad de ver a la actriz en la fiesta benéfica que ésta da en la mansión de Gossington Hall, y está exultante de poder charlar con la glamurosa artista.
Pero lo que sucede inmediatamente después del encuentro entre las dos consigue perturbar la paz del pueblo de Saint Mary Mead. Heather Badcock ha muerto de un colapso tras ingerir un cóctel venenoso.
Mientras la policía intenta hacer progresos en la investigación, Miss Marple inicia sus indagaciones y demuestra una vez más que sus habilidades deductivas siguen en plena forma.
Diez personas sin relación alguna entre sí son reunidas en un misterioso islote de la costa inglesa por un tal Señor Owen, propietario de una lujosa mansión a la par que perfecto desconocido para todos sus invitados. Tras la primera cena, y sin haber conocido aún a su anfitrión, los diez comensales son acusados mediante una grabación de haber cometido un crimen en el pasado.
Uno por uno, a partir de ese momento, son asesinados sin explicación ni motivo aparente. Sólo una vieja canción infantil parece encerrar el misterio de una creciente pesadilla.
La plácida existencia de Francesca, casada y con dos hijos, se ve completamente sacudida por la llegada de Robert Kincaid, un fotógrafo nómada, libre y generoso, que transforma en ternura toda su energía. El destino los une inexorablemente cuando se encuentran en el otoño de sus vidas. Su amor, corto como una tarde madura, fue sin embargo tan profundo como las raíces de un árbol. Sus cenizas se encuentran esparcidas muy cerca de los puentes de Madison. Y, así, en apenas doscientas páginas, Robert James Waller nos devuelve el gusto de recordar que la pasión no tiene edad en una novela que es ya un clásico que se recomienda de generación en generación.