¿QUIÉN DIJO QUE DESPUÉS DE LA TORMENTA SALE EL SOL CUANDO PUEDE HABER UN RAYO?
Luke Howland, lleno de problemas y sumido en una desesperación profunda, y Hasley Weigel, tan despistada como optimista, no se ajustan al prototipo de pareja perfecta.
Como si cada uno fuese un cielo uno es tormenta y el otro un día soleado: él es oscuridad. Ella un rayo de sol. Y, sin embargo, juntos deciden ponerle nombre a lo que habían creado: un boulevard teñido de tonos grisáceos, celestes y azules eléctricos preparándose para la tormenta.
Ella era para él y él era para ella.
Una historia de amor tan única que te marcará para el resto de tus días.
Cleo se pasa el día escribiendo sobre historias de amor..., pero ninguna es la suya.
Cuando la editora jefa de su columna de consejos amorosos le pide que se «case consigo misma» en una remota isla irlandesa, Cleo accede. ¿Una aventura romántica en solitario en un paraje idílico? ¡No hay problema!
Sin embargo, cuando se instala en su lujosa cabaña, aparece un estadounidense alto, moreno y testarudo que insiste en que es él quien tiene reservado el pequeño refugio.
Mack se niega a irse y Cleo tampoco cede. Y, cuando una tormenta se les echa encima, no les queda otra que guarecerse juntos. Por lo menos solo será una noche...
Pero ¿y si una noche en la isla es solo el principio?
«Una Novela puede nacer en tu cabeza en forma de imagen evocadora, fragmento de conversación, pasaje musical, cierto incidente en la vida de alguien sobre el que has leído, una ira imperiosa, pero, sea como sea, en forma de algo que propone un mundo con significado. Y por tanto el acto de escribir tiene carácter de exploración. Escribes para averiguar qué escribes. En cambio, un relato suele presentarse como una situación, hallándose los personajes y el escenario irrevocablemente unidos a ella. Los relatos se imponen, se anuncian a sí mismos, su voz y sus circunstancias están ya decididos y son inmutables. No se trata de encontrar el camino para llegar a ellos; han llegado por propia iniciativa, y más o menos enteros, exigiéndote que lo dejes todo y los escribas antes de que se desvanezcan como se desvanecen los sueños. Un relato, por su propia dimensión, debe centrarse en personas que, por una u otra razón, se diferencian claramente de su entorno: personas enzarzadas en alguna forma de liza con el mundo imperante.» E.L. Doctorow, en el prefacio de Todo el tiempo del mundo