Perfecto en su estructura circular, este absorbente thriller avanza hasta un final que es también el principio
Lola es una escritora superventas que se traslada a Londres cuando su hija Sara, una atractiva estudiante universitaria, desaparece en la capital inglesa. Para Lola los meses se suceden vacíos, angustiada por no saber el paradero de su hija y, mientras espera, reflexiona sobre la vida y la futilidad de su propia obra. Todo cambia cuando la inspectora Amanda Ramsey-Dunn da con una pista crucial que hace que el caso cobre una nueva dimensión y ambas mujeres inician una búsqueda a contrarreloj para encontrar a Sara. En su afán por encontrar también su propia identidad y el sentido de sus vidas, irán revelando naturalezas complejas que se sobreponen a una trama de absorbente intriga. La atmósfera que envuelve el relato, la lluvia y el llamado efecto Foehn se convierten en un personaje más, que influye en los protagonistas de forma rotunda. El lector casi sentirá la necesidad de abrigarse o abrir un paraguas para enfrentarse a este thriller a la vez que pasea por los paisajes más emblemáticos de Londres o escucha una de las canciones legendarias del movimiento punk. Susana García Nájera logra que sintamos como propias las zozobras de cada uno de los personajes, incluso del más deleznable, y más allá del desenlace prolonga la estremecedora historia, perfecta en su estructura circular, hasta un final que es también el principio.
Las cuarenta y cinco canciones de Hadewijch publicadas en este libro deben situarse en la cima de la creación lírica medieval. Tratan acerca del amor, Minne, y lo hacen de un modo nuevo, porque el amor de Hadewijch es amor a Dios, pero expresado según el estilo de los poetas del amor profano, trovadores y Minnesänger. Esta combinación genera una profunda sensación de extrañeza que embarga por la belleza de sus versos en los que dominan potentes imágenes destinadas a visualizar un sentimiento cuya vehemencia está más allá de toda mesura. Es la furia del amor.
Nada sabemos de Hadewijch, salvo lo que puede deducirse de su obra compuesta, además de estas Canciones, por treinta y una cartas en prosa, catorce visiones y dieciséis poemas rimados, que la tradición manuscrita nos transmite en su totalidad como una edición cuidada por su misma autora, algo muy raro en la Edad Media. Hadewijch vivió en la primera mitad del siglo XIII en Brabante, una encrucijada lingüística como se pone de manifiesto en estas Canciones en vulgar, brabantino o neerlandés, en las que aparecen elementos románicos y germánicos. Era una «mujer religiosa» fuera de la orden monástica, una beguina, y maestra de beguinas, según se desprende del tono didáctico de toda su producción, que busca sobre todo ofrecer una orientación espiritual. Su obra deja traslucir una elevada cultura por la presencia tanto de teólogos latinos como Guillermo de Saint Thierry o Ricardo de Saint-Victor, como de la tradición trovadoresca, lo que permite suponer que su depurada técnica musical y poética debió adquirirla en un castillo donde imperara un refinado ambiente cortesano.
Muchos autores han considerado "enigmático" a Rabelais y han destacado el carácter desconcertante de su obra o su extraordinaria dificultad. Rabelais es difícil y enigmático porque representa un mundo muy diferente del nuestro. Su obra está plagada de alusiones, a veces serias, casi siempre jocosas, a una cultura muy alejada de nosotros. Carecemos de la profunda familiaridad con los textos bíblicos, con la escolástica tardía o con las interpretaciones de las Sagradas Escrituras que tenía un monje de la primera mitad del siglo XVI. Rabelais es un humanista y está convencido de que en el estudio y el saber de la cultura de la Antigüedad se encuentra la clave del conocimiento de la naturaleza y la dignidad del hombre. "Pantagruel" es la primera incursión de Rabelais en el mundo de los relatos de gigantes, aunque, siguiendo el orden de los relatos, suela leerse la historia de Gargantúa antes que la de Pantagruel. Digno hijo de Gargantúa, Pantagruel es un gigante bonachón y benéfico, al que Rabelais intenta crear su propia leyenda heroica, dotándole de una ilustre genealogía. La musa de la poesía épica y la musa de la comedia y poesía festiva presiden la obra y Rabelais crea con ellas la prosa francesa moderna.