Nunca he creído en el horóscopo. ¿Sabéis por qué? Porque te dice que estás viviendo un periodo favorable, te da tres estrellas en salud, dinero y amor y, sin embargo, tú te sientes como un trapo viejo, tu vida sentimental es un desastre y tu trabajo pende de un hilo.
¡Bienvenidas al club de las desdichadas intergalácticas!
Me llamo Alice y hasta hace unos meses mi autoestima estaba por los suelos. Mi ex estaba a punto de ser padre y por la cadena de televisión en la que trabajo acababa de aparecer un nuevo jefe con una sonrisa imposiblemente sexy y el apodo de «el cortador de cabezas». Lo último que necesitaba.
Entonces a mi vida llego Tio, mi entrenador astrológico personal, para convencerme de que mis problemas no eran debidos a un complot cósmico sino a la posición de los planetas en mi carta astral. Así que lo único que podía hacer era ponerme en sus manos y averiguar qué sorpresas me tenían reservadas las estrellas.
Y os aseguro que lo que descubrí fue mucho más que eso porque, quizá, cuando se trata de amor... el destino no está escrito en el cielo.
Siempre hay que desconfiar de las señoras de mediana edad bien vestidas, con aspecto de jubiladas y acompañadas de un dálmata espantadizo, como Mathilde Perrin, una viuda de sesenta y tres años algo entrada en carnes bajo cuya apariencia anodina se esconde una pistolera a sueldo de gatillo fácil y nervios de acero. Experimentada y diligente en el manejo de armas de gran calibre, capaz de dar esquinazo a la policía y agotar a sus perseguidores, esta veterana heroína de la Resistencia ejecuta sin piedad los encargos de un misterioso comandante cuando no está cuidando su jardín de las afueras de París. Sin embargo, los frecuentes descuidos y el mal carácter de la antaño perfeccionista Mathilde, que la vuelven cada vez más incontrolable y perturbadora, empiezan a preocupar a las altas esferas, dispuestas a deshacerse de ella antes de que sea demasiado tarde.
Brillante combinación de una trama ingeniosa y precisa con un ritmo trepidante, La gran serpiente es la primera novela negra escrita por Pierre Lemaitre. Un tablero de asesinatos encadenados cargado de diálogos mordaces, escenas impactantes y grandes dosis de humor cáustico y descarnado.
Construido en 1961 para impedir el éxodo de ciudadanos de la República Democrática Alemana al sector aliado de la ciudad, el Muro de Berlín fue testigo de numerosos intentos frustrados que pagaron con la cárcel, e incluso con su vida, quienes trataron de atravesarlo, convirtiéndose en un símbolo universal de la oprobiosa impotencia de un régimen totalitario. A partir de incontables horas de entrevistas con los supervivientes, y miles de documentos provenientes de los archivos de la Stasi, Helena Merriman reconstruye de forma pormenorizada una página de la historia reciente tan asombrosa que supera con creces a la mejor obra de ficción.
El plan parecía desafiar tanto a la sensatez como a la geografía: construir un túnel para ayudar a los alemanes orientales a escapar por debajo de la llamada «franja de la muerte», el paso más fuertemente custodiado por guardias fronterizos y perros pastores alsacianos, y hacerlo en un suelo arcilloso entre corrientes de aguas. Sin embargo, en el verano de 1962 un grupo de valerosos excavadores, liderados por el joven estudiante de ingeniería Joachim Rudolph, que había conseguido huir de la RDA un año antes, logró lo imposible: cavar una angosta galería de ciento treinta y cinco metros de longitud entre una fábrica en el oeste y el sótano de un edificio abandonado en el este. Una proeza que ni los agentes infiltrados ni los espías de la Stasi pudieron impedir, y que permitió que veintinueve personas, entre hombres, mujeres y niños, hallaran la libertad.
Con un ritmo trepidante, propio de las mejores novelas de espionaje, El túnel 29 no es sólo una detallada crónica de la historia alemana desde la Segunda Guerra Mundial hasta la época del Berlín dividido, sino también un emocionante relato de amor, lealtad y traición.