Escritura sobre la escritura, pero sobre todo, sobre la lectura, Literatura y fantasma reúne 72 artículos publicados desde 1978 a 2000 en diversos medios, cuyo nexo común, según su autor, es tratar «de asuntos literarios o relacionados con la literatura y sus aledaños», incluidos los comentarios sobre sus propios libros o sobre su propia literatura.
Como en un cuaderno de apuntes, Javier Marías nos habla sobre el difícil arte de la creación -tanto desde su propia experiencia como desde la de otros, los maestros indiscutibles: Cervantes, Shakespeare, Hammett, Nabokov, Isak Dinesen, Bernhard-; sobre los críticos y su labor «social»; los traductores y su trabajo casi alquímico... Pero también de la fascinante figura del fantasma en la literatura anglosajona, sobre las enigmáticas sociedades literarias, sobre los libreros de viejo y sobre algunos amigos -como Juan Benet-, personas reales que Javier Marías convierte con su prosa elegante y envolvente casi en personajes de ficción.
En el castillo de Argol es un particular homenaje que Julien Gracq rinde a la novela gótica y al Parsifal de Wagner, considerado por el autor como una indagación en la parte demoníaca que tiene todo mito de redención, en la doble naturaleza de todo salvador: «Seréis como dioses, conocedores del bien y del mal». Así, rodeado por tormentas, mares amenazadores y bosques siniestros, Albert, último heredero de una familia noble, llega a su casa solariega de Argol, en la inhóspita Bretaña. Su retiro espiritual se verá pronto roto por la llegada de Herminien, su mejor amigo, y de una extraña muchacha llamada Heide, poseedora de una belleza tal que «antes incluso de que fuera percibida, era sentida como única».
El triángulo amoroso está formado y el escenario dispuesto para un intenso drama.
Los dos libros de viajes reunidos en este volumen están escritos en la estela del éxito obtenido por Cela con Viaje a la Alcarria (1948). Los dos tienen un origen común: el viaje que, por encargo del diario Pueblo, realizó el autor en el verano de 1948 por buena parte de España.
A partir de las crónicas redactadas para la ocasión, Cela armaría, años después, Del Miño al Bidasoa (1952) y, en estricta continuidad, Primer viaje andaluz (1959), con los que confirmaría su maestría en un género en el que reflejó su amor al vagabundaje y su personalísima visión de las gentes y las tierras de su país.