Si en los años setenta alguien pensaba que se había acabado el tiempo para la grandeza en la poesía, apareció Raúl Zurita y demostró desde su primer libro, Purgatorio, que no, que era tan cierto que todo estaba escrito como que todo estaba por escribirse. Y se embarcó en un largo y ambicioso proyecto que tomaría las más altas tradiciones literarias y bíblicas para entrecruzarlas con los infiernos y los amores de la devastada biografía del propio autor, así como con la convulsionada y luego lánguida historia del Chile del último medio siglo. La escritura de Zurita aspira a moverse con la misma fuerza que la naturaleza. Y, como diejra John Ashnery cuando lo leyó por primera vez, «la poesía que emerge es a ratos fría, abrasadora, ácidamente cruel y finalmente liberadora». Esta antología personal no sólo recoge lo mejor de esa producción única, sino que lo presenta con una arquitectura nueva, haciendo de este libro el gran legado de uno de los poetas vivos más deslumbrantes de la lengua castellana.
En un país cuyo nombre no será mencionado, se produce algo nunca visto: la muerte decide suspender su trabajo letal, la gente deja de morir. La euforia colectiva se desata, pero muy pronto dará paso a la desesperación y al caos, a conciencias corrompidas por acuerdos entre caballeros, explícitos o tácitos, entre el poder político, las mafias y las familias, pues si es cierto que las personas ya no mueren, eso no significa que el tiempo se haya parado. El destino de los humanos será una vejez eterna donde los ancianos son detestados por haberse convertido en estorbos inamovibles. Hasta el día en que la muerte dedice regresar.