Historia de dos ciudades, una de las dos novelas históricas de Charles Dickens, se inicia con la fantasmagórica «resurrección» del doctor Manette, tras años de injusto encarcelamiento. Trastornado, irreconocible, su hija Lucie y un antiguo conocido lo llevan a Londres, donde poco a poco va recuperando el juicio y la salud. Pero Charles Darnay, el joven aristócrata francés expatriado que pretende a Lucie y que acabará casándose con ella, le devolverá a los antiguos horrores en un azaroso regreso a París que pondrá en peligro su vida y la de su familia. El Londres pacífico pero grotesco del rey Jorge III y el París ensangrentado de la Revolución francesa son las dos ciudades sobre cuyo fondo se escribe esta inolvidable historia, donde el acento patético es genuino y la intriga siempre apasionante. Violentas escenas de masas, turbios procesos, espías y conspiradores, héroes fracasados y héroes a su pesar, dobles identidades, culpas y expiaciones se mezclan en una trama artística y perfecta, llena de sorpresas y magis-tralmente elaborada por Dickens en uno de sus mejores momentos creativos. Una buena ocasión para descubrir por qué Mark Twain decía leer esta novela una vez cada dos años... por lo menos. Esta edición de Historia de dos ciudades incluye las ilustraciones originales de H. K. Browne («Phiz»), realizadas para su publicación en entregas en 1859.
Borís Godunov es, sin duda, la más perfecta y brillante de las obras dramáticas de Pushkin, cuya publicación supuso el fin del clasicismo vigente y transformó radicalmente el teatro en Rusia. Concebida durante uno de sus repetidos destierros, Pushkin fue consciente de que sería rechaza y la guardó consigo hasta que finalmente vio la luz, censurada, en 1831. Como su autor esperaba, fue criticada e incomprendida, pero pronto el realismo de Borís Godunov alcanzó el reconocimiento que merecía hasta el punto de ser definida por Máximo Gorki como «el mejor drama histórico ruso» o inspirar la gran ópera de Mussorgski. Borís Godunov retrata con una belleza y profundidad inusitadas la sociedad medieval de la Rusia de finales del siglo xv y principios del xvi a través de la figura del zar que le da nombre.
Antonio y Cleopatra mantiene estrecha relación con otras dos obras de Shakespeare, Julio César (de composición anterior) y Coriolano (de composición posterior), denominadas las tres como «tragedias romanas». El tejido de interrelaciones de tradiciones textuales y orales que confluyen en Antonio y Cleopatra se perfila como una red compleja bajo la clave de escritura dramática. La representación de Antonio y Cleopatra como símbolos o arquetipos sobrepasa la instancia histórica o contextual y mantiene los elementos de individuación necesarios para aproximar la representación a la realidad, a la persona. Shakespeare trabaja en Antonio y Cleopatra, como también lo había hecho en Julio César, la colisión que se produce en los grandes personajes en su lucha entre las cuestiones de Estado y sus vidas
interiores. El centro de interés en Antonio y Cleopatra radica en la profundización de dos personajes legendarios, en un marco político conflictivo, que hace imposible su amor. La unión del contenido mítico de ambos personajes con sus características humanas constituye uno de los centros neurálgicos de la obra.