Una novela de aventuras, trágica y emocionante, que combina el exotismo nipón con pinceladas de Dumas, Walter Scott o Dickens. 47 ronin es la crónica magistral de la gesta más célebre de la historia japonesa, un episodio que ha conformado la peculiar identidad del País del Sol Naciente generación tras generación. Un relato épico apasionante, emotivo e inolvidable donde la lealtad, el honor y la muerte dan vida al espíritu del samurái. En 1701, el señor Asano Naganori es condenado a la pena capital por haber desenvainado su katana en el palacio del shogun. A partir de ese momento, sin señor al que servir, sus leales samuráis se convierten en ronin. Sufrirán penalidades, burlas y descrédito, pero en mente tienen solo un objetivo: vengar a su amo y dar muerte al causante de la desgracia de su clan, el malvado cortesano Kira. Más que el relato de una venganza, 47 ronin se ha convertido en leyenda nacional japonesa pues en ella se condensan los valores que han dado forma a la figura del samurái.
Una entrañable novela sobre la amistad, el amor y la soledad de aquellos que todavía no han encontrado su lugar en el mundo. Cuando Tsukuru Tazaki era adolescente, le gustaba sentarse en las estaciones a ver pasar los trenes. Ahora, con treinta y seis años, es un ingeniero que diseña y construye estaciones de tren, pero en el fondo no ha dejado de ver pasar los trenes. Lleva una vida holgada, tranquila, tal vez demasiado solitaria. Cuando conoce a Sara, algo se remueve en lo mas profundo de su ser. Y revive, en particular, un episodio de su juventud: dieciséis años atrás, cuando iba a la universidad, el que había sido su grupo de amigos desde la adolescencia cortó, sin dar explicaciones, toda relación con él. Así empezó la peor época de su vida, hasta el punto de que acarició la idea del suicidio. ¿Ha acabado esa época? ¿Es posible que aquello le marcara mas de lo que él cree? Tsukuru decide entonces ir en busca de cada uno de los miembros del grupo para averiguar la verdad. Con la pieza de Liszt titulada Los años de peregrinación como leit-motif, comenzará esa búsqueda, que le llevará a lugares tan dispares como la ciudad de Nagoya o Finlandia, o tan recónditos como algunos sentimientos. Decididamente, a Tsukuru le ha llegado la hora de subirse a un tren.
Coincidiendo con el inicio de la ofensiva alemana contra Rusia, Curzio Malaparte empezó a escribir Kaputt, obra con la que pretendía recoger el testimonio de su experiencia como corresponsal de guerra durante la Segunda Guerra Mundial. Malaparte recorre la Europa ocupada por los nazis como si fuera un espía: presencia la triste impotencia del príncipe Eugenio de Suecia, se ve obligado a sobrellevar la arrogancia de los líderes nazis delegados en Varsovia y es testigo de la crudeza de los parajes de la fría Carelia o de la noble ciudad de Lasi, desolados por la barbarie y el hambre que convirtieron Europa en un montón de chatarra.
Con Kaputt —palabra germánica que evoca lo roto, lo hecho añicos, y que deviene un fiel calificativo de lo que quedó de un continente devastado por un lustro de destrucción— Malaparte teje una sobrecogedora obra literaria sobre la realidad, a un tiempo salvaje y grotesca, de la guerra en el frente.