Publicada en 1958 y considerada la novela más importante de Arguedas, en Los ríos profundos se trata por primera vez en la literatura latinoamericana la figura del indio y sus problemas desde una perspectiva cercana y realista. Narra el paso a la edad adulta de un chico de catorce años que descubre las injusticias presentes en el mundo y elige su camino. El relato recorre la geografía del sur de Perú en un viaje itinerante que le lleva a él y a su padre en busca de una vida nueva. En Abancay ingresa en un internado donde pasa a formar parte de un microcosmos que refleja cómo es la sociedad peruana y cuáles son las normas que imperan, su crueldad y su violencia. Fuera del colegio, los conflictos sociales forzarán su toma de conciencia.
Los poetas líricos griegos poseen una importancia singular: son los primeros autores de Occidente que deciden escribir sobre las cosas que todavía hoy nos conmueven y apasionan.
La naturaleza, la amistad, la guerra y el deseo son algunos de los temas que llenan estas páginas, en las que voces individuales de toda la Grecia arcaica se alzan para componer una hermosa pieza coral que incita a a vivir en plenitud.
"Las rosas de Pieria" es un nombre metafórico otorgado a las Musas, diosas de la creación.
Bajo su tutela compusieron los líricos griegos arcaicos, cada uno de los cuales tuvo, por supuesto, su propia personalidad y sus particularidades pero compartiendo todos ellos un tono común, además del tiempo (entre los siglos VII-VI a.
de C., aproximadamente) y el espacio (la Grecia continental y la insular) donde les tocó vivir.
La obra de Marceline Desbordes-Valmore (1786-1859) presenta un acorde sin par entre la poesía y la vida, lleno de dulces dolores, como casi jamás lo sacó de su destino ninguna poetisa. Y sólo nosotros, que llegamos después, descubrimos con profunda veneración el secreto supremo de su vida y de su arte, que es la más noble fórmula del poeta: cansar al sufrimiento con un amor infinito y envolver en eterna música el grito del dolor.
En enero de 1909, una estafa realizada por un tal Henri Lemoine contra la compañía De Beers dedicada a la explotación de minas de diamantes acabó adquiriendo notoriedad mundial.
Marcel Proust, cuyo estilo ya se estaba perfilando en los primeros esbozos de la Busca del tiempo perdido, tomó este caso para describirlo a la manera de Balzac, Flaubert, Renan, Michelet o Saint-Simon, recurriendo, con ello, “a plena conciencia, a la parodia”, con la idea de evitar “malgastar el resto de nuestras vidas escribiendo parodias involuntarias”, o leyéndolas.
El narrador de En busca del tiempo perdido cuenta cómo se forma y se decide una vocación de escritor cuando el poder de la impresión sensorial es tan grande que debe salvar una ardua distancia para convertirse en lenguaje. Pero la novela no es solo un magnífico estudio de psicología de la percepción, sino también una crónica tan fidedigna como mordaz de la Belle Époque. Ofrecemos aquí, en una nueva traducción de María Teresa Gallego Urrutia y Amaya García Gallego, el primer volumen con las dos primeras partes de esta obra magna, Por donde vive Swann (1913) y A la sombra de las muchachas en flor (1917), centradas en la infancia y adolescencia del narrador, en sus primeros amores y todas sus ansiedades, placeres y decepciones.
Esta narración puede ser leída como una huida, una yuxtaposición de historias de viaje: el de Vercingétorix a campos de concentración, el de un grupo de judías embarazadas a una clínica de abortos, el de Glaucus y Artemius o el de Equis, viajero infatigable, condenado a la errancia, cuyo desarraigo no le da derecho ni a un nombre, que busca en cada nuevo territorio el hogar que nunca alcanza. En resumen, una lograda metáfora del exilio, que sufrió la propia autora, y de las corrientes migratorias que han tenido lugar a lo largo de la historia de la humanidad.