Sentado junto a una ventana con vistas a un lago cuyas aguas indefinidas, letárgicas, pusilánimes e indecisas le parecen fiel imagen de aquellos que, esperando su muerte, lo rodean en su retiro, el juez Casaldáliga ya no recuerda aquella frase que su padre le repetía de niño una y otra vez: «Has de tener bien presente que un hombre no es nada sin un destino». Un destino inconfundible y nítido que él buscó, empecinado, durante mucho tiempo, hasta que, en 1939, al regresar a su país después de un exilio de tres años en Lisboa, vio claro que el final de una guerra cuyas consecuencias ni le interesaban ni le importaban, le brindaba sin embargo una oportunidad para decidir no sólo su destino, sino también el de sus semejantes. El siglo (1983), una novela que se adentra en los mecanismos de la delación y la supervivencia, del dominio y la traición de los semejantes fue, durante mucho tiempo, una de las preferidas de su autor.
Segunda obra autobiográfica de Sándor Márai tras Confesiones de un burgués, éste es el libro más íntimo y desgarrador de todos los escritos por el gran autor húngaro.
Olga, a las puertas de la muerte, explica a su nieta la manera de conseguir que cada camino que tomemos en la vida esté guiado por nuestro corazón, y que cada traspié que demos pueda mitigarse luchando con valentía contra el azar.
Es ésta una extraordinaria historia de amor, es decir, de celos y sexo, de traiciones y muerte, y también de las debilidades y paradojas que marcan la vida de dos parejas, la compuesta por Teresa y Tomás, y la de Franz y su amante Sabina, cuyos destinos se entrelazan irremediablemente. En esta novela ya clásica, el lector penetra en la trama de actos y pensamientos que el autor va tejiendo con diabólica sabiduría en torno a sus personajes. Y, de manera magistral, lo que parece simple anécdota -los celos de Teresa hacia Tomás, el terco amor de éste por ella pese a su irrefrenable deseo de otras mujeres, el idealismo lírico de Franz, amante de Sabina, y la necesidad de ésta, amante también de Tomás, de perseguir una libertad que tan sólo la conduce a la insoportable levedad del ser- se convierte en reflexión sobre los problemas filosóficos que nos afectan a cada uno de nosotros, todos los días.
James Joyce, irlandés (1882 - 1941), es uno de los más importantes escritores del siglo XX y, sin duda, el más importante renovador de las letras de nuestro siglo. Aunque más conocido por su novela , su obra poética tambien ha merecido los elogios de los más exigentes críticos y está reconocida como una de las cumbres de la poesía inglesa.
"El hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona."
"Las olas del corazón no estallarían en tan bellas espumas, ni se convertirían en espíritu, sino chocaran con el destino, esa vieja roca muda."
"Siempre que el hombre ha querido hacer del Estado su cielo, lo ha convertido en su infierno." "¡Qué cambie todo a fondo! ¡Que de las raíces de la humanidad surja el nuevo mundo! ¡Que una nueva deidad reine sobre los hombres, que un nuevo futuro se abra ante ellos! En el taller, en las casas, en las asambleas, en los empleos, ¡que cambie todo en todas partes!"
Julio Cortázar, en Prosa del observatorio, nos recuerda que "Thomas Mann dijo que las cosas andarían mejor si Marx hubiera leído a Hölderlin."
Fábula moral acerca de la condición humana, EL SEÑOR DE LAS MOSCAS es además un prodigioso relato literario susceptible de lecturas diversas y aun opuestas. Si para unos la parábola que WILLIAM GOLDING estructura en torno a la situación límite de una treintena de muchachos solos en una isla desierta representa una ilustración de las tesis que sitúan la agresividad criminal entre los instintos básicos del hombre, para otros constituye una requisitoria moral contra una educación represiva que no hace sino preparar futuras explosiones de barbarie cuando los controles se relajan.