Bajo el lema de estos funerales mitológicos, Gabriel García Márquez reunió en 1962 siete relatos y la novela corta que da título al presente volumen, en el que aparece ya en todo su esplendor el elemento mágico y telúrico que a partir de entonces definiría su obra.
Estamos en Macondo y su región una vez más, entre personajes y episodios reconocibles, pero ahora caen pájaros muertos sobre el poblado, rompiendo mosquiteros y alambradas, un cura ve al diablo o afirma haber encontrado al judío errante, y visitar la tumba de un ser querido supone un riesgo impredecible. Y hay que enterrar a la Mamá Grande, soberana absoluta de este mundo, que falleció en olor de santidad a los noventa y dos años, tras haber conservado la virginidad durante toda su vida, y a cuyos funerales acude el presidente de la República y hasta el Sumo Pontífice en su góndola papal, pero también guajiros, contrabandistas, arroceros, prostitutas, hechiceros y bananeros llegados para la ocasión.
Dejó muy claro Gabriel García Márquez que el periodismo siempre fue su principal pasión, la más perdurable y por la que quiso ser recordado: «No quiero que se me recuerde por Cien años de soledad, ni por el premio Nobel, sino por el periódico. [...] Nací periodista y hoy me siento más reportero que nunca. Lo llevo en la sangre, me tira».
Esta antología pretende ser la muestra más representativa de la tensión narrativa entre periodismo y literatura que recorrió toda su trayectoria como reportero. Cubriendo cuatro décadas, este delicioso viaje a través de medio centenar de textos muestra como «el mejor oficio del mundo» está en el corazón de la obra del premio Nobel colombiano.
Con edición y selección a cargo de Cristóbal Pera y prólogo de Jon Lee Anderson, este volumen contiene piezas tan indispensables como los reportajes escritos desde Roma sobre la muerte de una joven italiana, suceso que permitió al autor pintar un fresco incomparable de las élites políticas y artísticas del país, así como crónicas sobre la trata de blancas desde París hasta América Latina o apuntes sobre Fidel Castro o el papa Pío XII. Encontramos también fragmentos tempranos en los que aparecen por primera vez las familias Buendía y Aracataca, junto con artículos que contemplan la política, la sociedad y la cultura bajo la luz sólida, profunda y experimentada de ese gran contador de historias que siempre será maestro de periodistas.
Aclamado por el pueblo como Libertador, blanco de numerosas conjuras políticas y militares, héroe romántico y hasta libertino para sus detractores y sus partidarios, idealista íntegro y abandonado que contempla las ruinas de su sueño de unidad de los pueblos americanos, tras la independencia del dominio español Simón Bolívar emprende -enfermo, con un menguado séquito- el que será su viaje final. Parte desde Bogotá para seguir el curso del río Magdalena. Su viaje será el último en un doble sentido: le proporciona oportunidades para considerar los pasos que ha dado en su agitada vida y, al tiempo, la gravedad de sus dolencias apresta en varios meses su encuentro con la muerte.
El pulso magistral de Gabriel García Márquez refiere hasta en sus detalles mínimos la inmensa aventura que, impulsada por la voluntad de Bolívar, transmutó el destino de América.
Este libro excepcional reúne la novela corta que le otorga su título y otros seis relatos más, de los que todos menos uno pertenecen a la etapa de plena madurez del autor. Fueron los años en los que Macondo le abrió las puertas del realismo mágico: la frase se hace más larga y caudalosa, la realidad se expresa mediante fórmulas mágicas y legendarias, los milagros se insertan en la vida cotidiana. La cándida Eréndira y su abuela desalmada personifican la inocencia y la maldad, el amor y su perversión, y el relato recuerda al mismo tiempo a las gestas medievales y a los cantos provenzales o trovadorescos, aunque, como siempre, inmersos en ese mundo denso y frutal del Caribe americano. Estas siete narraciones no son ejercicios para conservar un estilo, ni muchísimo menos, sino siete exploraciones en el mundo definitivo que el escritor había conquistado de una vez por todas.
«Eréndira estaba bañando a la abuela cuando empezó el viento de su desgracia. La enorme mansión de argamasa lunar, extraviada en la soledad del desierto, se estremeció hasta los estribos con la primera embestida. Pero Eréndira y la abuela estaban hechas a los riesgos de aquella naturaleza desatinada, y apenas si notaron el calibre del viento en el baño adornado de pavorreales repetidos y mosaicos pueriles de termas romanas.»
En Macondo transcurre la historia de un entierro imposible. Ha muerto un personaje extraño, un antiguo médico odiado por el pueblo, y un viejo coronel retirado, para cumplir una promesa, se ha empeñado en enterrarle ante la oposición de todo el pueblo y sus autoridades. Como en una tragedia griega -el libro lleva como lema una cita de Antígona que recuerda la prohibición de enterrar el cuerpo del Polinices-, el viejo coronel, su hija y su nieto van a cumplir la ominosa tarea. La acción, compuesta por la descripción de los preparativos para el entierro -una media hora- y los recuerdos de un cuarto de siglo de la historia de Macondo, de 1905 a 1928, se narra a través de los pensamientos de estos tres personajes.
«De pronto como si un remolino hubiera echado raíces en el centro del pueblo, llegó la compañía bananera perseguida por la hojarasca. Era una hojarasca revuelta, alborotada, formada por los desperdicios humanos y materiales de los otros pueblos: rastrojos de una guerra civil que cada vez parecía más remota e inverosímil. La hojarasca era implacable».
En Macondo transcurre la historia de un entierro imposible. Ha muerto un personaje extraño, un antiguo médico odiado por el pueblo, y un viejo coronel retirado, para cumplir una promesa, se ha empeñado en enterrarle ante la oposición de todo el pueblo y sus autoridades. Como en una tragedia griega -el libro lleva como lema una cita de Antígona que recuerda la prohibición de enterrar el cuerpo del Polinices-, el viejo coronel, su hija y su nieto van a cumplir la ominosa tarea. La acción, compuesta por la descripción de los preparativos para el entierro -una media hora- y los recuerdos de un cuarto de siglo de la historia de Macondo, de 1905 a 1928, se narra a través de los pensamientos de estos tres personajes.
«De pronto como si un remolino hubiera echado raíces en el centro del pueblo, llegó la compañía bananera perseguida por la hojarasca. Era una hojarasca revuelta, alborotada, formada por los desperdicios humanos y materiales de los otros pueblos: rastrojos de una guerra civil que cada vez parecía más remota e inverosímil. La hojarasca era implacable.»