Me llamo Eric Zimmerman y soy un poderoso empresario alemán. Me caracterizo por ser un hombre frío e impersonal, que disfruta del sexo sin amor y sin compromiso. En uno de mis viajes a España para visitar una de mis delegaciones conocí a una joven llamada Judith Flores. Ella me hizo reír, me hizo cantar, me hizo incluso bailar, y yo no estaba acostumbrado a eso. Cuando me di cuenta de que sentía más de lo que debía, me alejé de ella, pero regresé, pues esa mujer me atraía como un imán. A partir de ese momento comenzamos una relación plagada de fantasía y erotismo, en la que disfruté enseñando a Judith a gozar del sexo de una manera que ella nunca había imaginado. Y tú, ¿te atreves a descubrir el lado sumiso, dominante y voyeur que todos llevamos dentro?
Si un extraño aterrizara en una de nuestras grandes ciudades y quisiera saber cómo viven y qué sienten los urbanitas, este libro le daría una visión sutil e irónica de los deseos, conflictos e ilusiones del ser humano de hoy. Todos los relatos comparten ese escenario urbano y su desarrollo en espacios cerrados: un after hours, un cuarto de hotel, un plató de televisión o una oficina. Los pequeños dramas cotidianos y la búsqueda de amistad, amor o sexo muestran los aspectos más conflictivos del capitalismo tardío. Disfruten, padezcan, gocen y regocíjense con Cristina Peri Rossi y sus Habitaciones privadas, nuestro mundo, con sus ilusiones y sus frustraciones.
En medio de la noche, alguien llama por teléfono a Daniel Quinn, un escritor de novelas policíacas que firma bajo pseudónimo y que, descorazonado, ha renunciado a su carrera como poeta. La voz al otro lado de la línea pregunta insistentemente por un investigador, un tal Paul Auster, y quiere encomendarle una misión. Como si se tratara del protagonista de una de sus novelas,Quinn decide dejarse llevar por la casualidad, y asumir la identidad de detective, como si te tratara del protagonista de una de sus novelas.Las pesquisas le llevarán hasta Stillman, un curioso personaje que requiere protección para salvar su propia vida. Para ello el detective se perderá en el laberinto de la realidad y de las calles de Nueva York.Con Ciudad de cristal, la inauguración de La trilogía de Nueva York, Paul Auster reinventó el género policiaco con una aventura quijotesca y un diálogo sobre la identidad y la realidad contemporáneos.
En la bella ciudad de Kamakura, una mujer que oculta una mancha en uno de sus pechos manipulará los preciosos objetos de un rito que transmitirán, como fantasmas, el peso del erotismo de una generación a otra. Y así, un joven hereda las obsesiones amorosas de su padre, experto en la ceremonia del té. Mil grullas en vuelo aparecen a lo largo del relato como misterioso auspicio. Kawabata explora en esta novela la fuerza del deseo y del remordimiento, y la sensualidad de la nostalgia. Una bellísima historia en donde cada gesto tiene un significado, e incluso hasta el más leve roce o suspiro tiene el poder de iluminar vidas enteras, a veces en el preciso instante en que son destruidas.
Premio Planeta 1999, esta novela cuenta la historia de Elsa, una joven pintora que se ve obligada a abandonar su casa ante unas amenazas de muerte de las que desconoce la razón, u marcharse a otra ciudad a vivir con su abuelo.
Según H.P. Lovecraft, la diferencia entre E.A. Poe y sus ilustres predecesores estriba en que éstos habían trabajado a oscuras, sin comprender la base psicológica del atractivo del terror. Poe comprende el mecanismo y la fisiología del miedo y de lo extraño, estudia la mente humana más que los usos de la ficción gótica, y trabaja con unos conocimientos analíticos de las verdaderas fuentes del terror, lo cual incrementa la fuerza de sus relatos y los libra de los absurdos inherentes al estremecimiento convencional y estereotipado. Así pues, Poe no sólo compuso obras maestras del género, sino que también teorizó sobre él, buscando siempre la emoción estética más intensa, que a su juicio se encontraba en la provocación del «horror».
La selección del presente volumen se centra exclusivamente en las historias que persiguen deliberadamente provocar dicho «efecto»: es decir, la radicalización del placer literario de lo macabro.