Era una de esas brujas de los bosques, condenada a la marginación mil años atrás, una mala persona. Maldijo a la pequeña el día que nació, para que, cuando la joven cumpliera dieciocho años, al pincharla con un huso en el dedo se durmiera para siempre.
A vuelo de pájaro, era el reino más cercano al de la reina, pero ni siquiera los pájaros volaban sobre él.
Esta historia tal vez os resulte familiar: hay una joven reina a punto de casarse. Hay algunos enanos buenos, fuertes y valientes; hay un castillo rodeado de una maraña de espinos; y hay una princesa a la que, según se rumorea, una bruja condenó al sueño eterno.
Pero aquí nadie espera que aparezca un noble príncipe montado en su fiel corcel y dispuesto a arreglar las cosas. Si una joven reina quiere demostrarse a sí misma que puede ser una heroína, rescatar a una princesa es una ocasión perfecta...
Este cuento de hadas está urdido con un hilo de magia negra que gira sinuosamente, arrojando apasionantes brillos y reflejos que sorprenderán a lectores de todas las edades.
Frente del Somme, octubre de 1916. Tras el ataque a la trinchera Regina el oficial de señales J. R. R. Tolkien enferma de fiebre quintana. Las condiciones de debilidad extrema en las que se encuentra hacen que sea evacuado al hospital número uno de la Cruz Roja, ubicado en el Casino de Le Touquet-Paris-Plage. Allí es atendido por la enfermera voluntaria Gala Eliard, una fascinante aristócrata que huye de un pasado tormentoso y a la que le impulsa la necesidad de salvar la vida de al menos un solo hombre. El breve encuentro entre ambos, que tiene lugar durante tan solo ocho días, cambiará para siempre el mundo creativo del escritor y encenderá la chispa que inspirará la creación de uno de sus personajes más poderosos, la elfa Galadriel, y del que será uno de los mayores fenómenos literarios del siglo XX.
El corredor es un alarido de metal y literatura cuya virtud primordial es llevar al lector a un paroxismo, a esa exaltación propia de los derviches y pilotos cuyos bólidos están avizorando, en fracciones de segundo, la pared donde habrán de estrellarse, el fuego donde serán desgarrados por engranajes y ángulos enfurecidos. Alejandro Vázquez Ortiz ha logrado escribir un mecanismo narrativo cromado, con varias capas de pintura, donde conviven la violencia y la desesperación, donde el vértigo y el vacío son las únicas certezas. Aceite quemado, autopistas interminables que brillan en el desierto como pistones al rojo vivo, un terraplén de grava y concreto habitados por automóviles, sangre y dolor. Esta novela no es ajena a un fetichismo, no es ajena a nosotros, humanos al borde de todo. Y eso es lo que la vuelve memorable.