Continuación de La casa de las miniaturas que se centra en Ámsterdam, en 1705, donde Thea Brandt está lista para recibir la edad adulta; pero en el Herengracht, su padre y la tía Nella no paran de discutir, y la familia está vendiendo los muebles para poder comer. La presión recae sobre ella para que se case con un buen partido y ascienda en sociedad. Cuando la joven recibe una invitación al baile más exclusivo de Ámsterdam, Nella no cabe en sí de gozo, pero al experimentar un extraño cosquilleo en la nuca, recuerda a la miniaturista que jugó con su suerte hace dieciocho años. Quizá ahora haya vuelto...
Una historia de destino y ambición, secretos y sueños, y la determinación de una joven por controlar su propio devenir y ser quien desea en tiempos convulsos.
«La turbulencia de en medio es difícil de explicar. Queremos pensar que las decisiones irracionales las toman los demás y que nosotros actuamos con entereza, lucidez y amor propio. Después nos encontramos en medio del ciclón y el mundo se pone del revés. Lo que desde fuera parece una profanación imperdonable tiene ahora una explicación plausible. La decisión recta y evidente ahora resulta cobarde y la que habríamos dicho que implicaba negación y abyección denota generosidad y grandeza de espíritu».
Matar el nervio es la descarnada revisión de una juventud que busca su final. Es el lugar de expiación de una década vital, la de los veinte, ansiosa por obtener respuestas. Son fragmentos de una autobiografía sin secretos donde la literatura se funde con la vida.
¿Es posible reinventar el pasado? ¿Hasta qué punto puede la ficción cambiar el curso de los acontecimientos? Marcelino Quijano y Quadra, payanés ilustrado e invencible tahúr, hombre de todas las épocas y de ninguna, se dedica a fabricar ficciones, un oficio tan misterioso como él mismo. Roba cartas de papel y husmea en ellas no solo para rastrear la novela que yace en toda suerte ajena sino también para reescribirla y salvarla, como un dios discreto, anónimo y bienhechor. Su última misión es tan absurda y delirante que si no hubiera ocurrido de verdad sería increíble: la firma de la paz, en 1988, entre el Reino de Bélgica y el Departamento de Boyacá, en guerra, sin que nadie lo supiera, desde 1867.
Tras el éxito de El hombre que no fue Jueves, Juan Esteban Constaín regresa a la novela con una historia en la que entremezcla magistralmente la realidad y la ficción, esa dualidad fundamental que define y le da sentido a la vida.