«Tan aguda, tan urgente, tan valiente. Gabriela Cabezón Cámara es una de las voces más auténticas escribiendo en español en este momento, y de todos sus talentos hay uno cada día más difícil: no solo hurga y desafía, no solo se anima a la oscuridad, sino que entrega a cambio la subversiva valentía de pensarnos más humanos, más vivos y luminosos que nunca». Samanta Schweblin
Para cumplirle a su Virgen del naranjel —lo ha salvado de la horca— Antonio huye con dos niñas famélicas. En la selva, tan viva comoun animal hecho de muchos, comienza una carta a su tía, priora del convento del que escapó siendo novicia. Arriero, tendero, soldado, grumete y paje, ha empuñado la espada y hundido la daga. Ahora debe cuidar de una manada y de Michi y Mitãkuña, que lo interrumpen una y otra vez con sus preguntas difíciles. La autora encuentra en Catalina de Erauso, la legendaria Monja Alférez, quien narre la cruel destrucción de América y le permita avanzar contra los géneros. Donde la avaricia colonial destruye, esta novela monumental funda una nueva gramática amorosa en laque el cine de Miyazaki, los rezos en latín, las canciones en vasco y las palabras del guaraní rompen la métrica del Siglo de Oro.
Hasta que las piedras se vuelvan más ligeras que el agua es un libro vertiginoso, violento y, por momentos, duro. Maestro de la prosa introspectiva, António Lobo Antunes teje en esta novela coral un tapiz en el que las emociones fluyen en una danza hipnótica, entre pasado y presente.
En las calles empedradas de Lisboa, las voces de múltiples generaciones resuenan en una desgarradora sinfonía. A través de los ojos y los corazones de personajes inolvidables, Lobo Antunes nos guía por las vidas de una familia marcada por la violencia y los secretos, los amores prohibidos y los deseos inconfesables.
Hasta que las piedras se vuelvan más ligeras que el agua es una novela que desafía las convenciones literarias, y que invita al lector a explorar la naturaleza de la identidad, de la pérdida y de las relaciones personales. Lobo Antunes edifica otra obra maestra que discurre como un río melancólico, arrastrándonos en su corriente mientras nos sumerge en una experiencia de lectura que perdurará mucho después de haber vuelto la última página. Una novela, en definitiva, donde las palabras se convierten en un espejo de las almas, capturando la esencia misma del ser humano.
Entre 1932 y 1935, en plena Depresión, Tennesse Williams trabajó en las oficinas de la International Shoe Company, en su sede de Saint Louis, donde su padre, que le había obligado a dejar la universidad, era jefe de ventas. Fue un período triste y opresivo en el que, a escondidas, escribía cuentos y poemas, como se refleja en «Escalera a la azotea» (cuyo primer título fue «Episodios de la vida de un oficinista»), incluido en esta recopilación que ilustra los primeros pasos de sus ambiciones literarias y del universo característico que construyó. Las derivas de la vejez –hacia la demencia o la paz interior– y de la adolescencia –en sus primeros amores y experiencias sexuales– están muy presentes en estas primeras piezas, así como la violencia grotesca típica del llamado «gótico sureño». Sin embargo, entre la locura extremosa, las fantasías criminales y el suicidio, asoma una visión compasiva de la intimidad y de los sueños enterrados de una serie de personajes vencidos por un ambiente hostil o por sus propias emociones, que no consiguen identificar. Los perros oruga y otros cuentos de juventud es un buen adelanto de todo lo que sería Tennesse Williams tan solo unos pocos años después y de todo lo que le haría universalmente conocido.