Un coche se encuentra abandonado de noche en medio de la llanura pampeana con un bidón de gasolina al lado. De repente, el vehículo estalla en llamas y vemos que, en su interior, una mujer está sentada al volante, sin inmutarse. A su lado descansa un libro en cuya portada leemos: Las cosas que perdimos en el fuego. Con esta potente sucesión de imágenes empieza la maravillosa adaptación a cargo de Lucas Nine de la célebre recopilación de cuentos homónima de Mariana Enriquez, una de las voces más rompedoras y originales del panorama actual, que encuentra en esta escena el hilo visual que conecta los cuatro relatos seleccionados: El chico sucio, Pablito clavó un clavito, El patio del vecino y Bajo el agua negra.
Cosas que ya no existen es un hito en la trayectoria de Cristina Fernández Cubas, un libro que la autora concibió como un recuento de escenas, personajes, viajes y momentos de su propia vida que pedían paso para una suerte de memorias, y que, imponiendose como historias, acabaron conformando un magnífico volumen de relatos vividos. Con las armas de la ficción, y el despliegue de una prosa envolvente y arrolladora, sus páginas nos transportan a un viaje transatlántico al Buenos Aires de los años setenta, a estudiar durante unos meses en El Cairo, a cruzar la frontera boliviana o a vivir singulares peripecias en distintos puntos del globo.
En una fría noche de noviembre, Guido Brunetti recibe una llamada de su colega, el ispettore Vianello, alertándole de que se ha visto una mano en uno de los canales de Venecia. Pronto se encuentra el cuerpo y se asigna a Brunetti la investigación del asesinato de este inmigrante indocumentado. Dado que no existe un registro oficial de la presencia del hombre en Venecia, se ve obligado a utilizar fuentes de información mucho más suculentas en la ciudad: los chismes y los recuerdos de las personas que conocieron a la víctima. Curiosamente, había estado viviendo en una pequeña casa en los terrenos de un palazzo propiedad de un profesor universitario, en el que Brunetti descubre libros que revelan el interés de la víctima por el budismo, los revolucionarios Tigres Tamiles y la última cosecha de terroristas políticos italianos, activos en la década de los ochenta.
Tanner Hughes was raised by his grandparents, following in his grandfather’s military footsteps to become an Army Ranger. His whole life has been spent abroad, and he is the proverbial rolling stone: happiest when off on his next adventure, zero desire to settle down. But when his grandmother passes away, her last words to him are find where you belong. She also drops a bombshell, telling him the name of the father he never knew—and where to find him.
Tanner is due at his next posting soon, but his curiosity is piqued, and he sets out for Asheboro, North Carolina, to ask around. He’s been in town less than twenty-four hours when he meets Kaitlyn Cooper, a doctor and single mom. They both feel an immediate connection; Tanner knows Kaitlyn has a story to tell, and he wants to hear it. To Kaitlyn, Tanner is mysterious, exciting—and possibly leaving in just a few weeks.
Tiernan de Haas doesn’t care about anything anymore. The only child of a film producer and his starlet wife, she’s grown up with wealth and privilege but not love or guidance. And when her parents suddenly pass away, she knows she should be devastated. But she’s always been alone, hasn’t she?
Jake Van der Berg, her father’s stepbrother and her only living relative, assumes guardianship of Tiernan. Sent to live in the mountains of Colorado with Jake and his two sons, Noah and Kaleb, Tiernan quickly learns that these men now have a say in what she chooses to care and not care about anymore.
"El mundo no es una novela, pero el mundo nunca resulta tan comprensible como cuando se viste de novela. Si mi hija preguntara cómo era la España en la que nació, le diría que leyera una novela, por ejemplo Crematorio, de Chirbes." Ricardo Menéndez Salmón, El País