Pleamargen. Poesía 1940-1948 presenta, en edición bilingüe, la obra poética de madurez del fundador y teórico del movimiento superrealista, André Breton (1896-1966), durante la década decisiva que arranca con el estallido de la II Guerra Mundial. Son años signados por el exilio y el vagabundeo: estancias en Martinica, Santo Domingo y finalmente Nueva York, viajes por los Estados Unidos, el redescubrimiento fascinado del amor en la persona de la pianista chilena Elisa Bindhoff -causa final y centro irradiador de la escritura de Arcano 17, uno de los textos mayores del superrealismo- y su posterior regreso al París de posguerra en 1946. Si su poesía puede haber quedado un tanto oscurecida, al menos entre los lectores de habla hispana, por su condición de icono de la vanguardia histórica, este libro -traducido y editado con rigor y excepcional atención al detalle por Xoán Abeleira- nos recuerda que André Breton era, sobre todas las cosas, poeta, uno de los más hondos y luminosos de su tiempo, capaz de reactivar la capacidad mistérica y hechicera de la palabra. Este amplio volumen recoge poemas centrales de la obra de Breton como 'Pleamargen' (1940), 'Fata Morgana' (1940), 'Estados generales' (1943) y 'Oda a Charles Fourier' (1945), así como el que quizá sea su testamento creador, su palabra más depurada: Arcano 17.
El protagonista de la novela –ingenioso, encantador, bisexual, absolutamente amoral– logró escaparse de un orfanato a los trece años, aprendió el oficio de masajista y se las ingenió para convertirse en un pícaro moderno y codearse con los ricos y los famosos, desempeñando unas veces el papel de confidente, otras el de bufón, y, para los lectores de esta novela, el de divertidísimo cronista de las disparatadas vidas de la jet set. Este libro es, en buena parte, un roman à clef, y, a veces, ni siquiera necesita claves, pues por sus páginas desfilan –junto a retratos tenuemente disfrazados de escritores como Tennessee Williams, actrices como Greta Garbo, millonarios como Stavros Niarchos– personajes reales, como las inefables Mrs. Matthau y Mrs. Cooper, cuyos diálogos sobre la vida y costumbres (preferentemente sexuales) de otros miembros de la alta sociedad están reproducidos con cruel fidelidad. Esta novela inacabada y póstuma es «un ataque venenoso de Truman Capote contra el mundo que le había convertido en objeto de adoración» (Lise Friedman, Vogue).
"Todas las ciudades tienen un olor bastante definido, pero el de Bangkok está cubierto por una densa capa de smog que lo oculta y lo hace imperceptible la mayor parte del día. Cuando al fin aparece, ya bien entrada la noche -cuando la ciudad está sosegada, cuando algo en ella se calma-, es una sustancia palpable que flota en el aire, corre por las calles sinuosas y se interna en sus más recónditos pasajes.Tal vez proviene de los canales de agua estancada, donde es común ver gente cocinando o lavando ropa; de los puestos de pescado seco del China Town, de los sartenes con sateh y frituras hirvientes de Pat-pong y Silom Street, o incluso de los animales vivos que esperan en jaulas de mimbre en Chatuchak, el gran mercado; aunque puede provenir, simplemente, de los vahos del Chao Praya, ese brazo de agua marrón que atraviesa la ciudad y la invade como una lenta enfermedad. Hoy llueve a cántaros. Las aguas del río se mecen con fuerza, a punto de tragarse los sampanes y canoas que se atreven a navegar. Es lo que veo por la ventana de mi habitación, en el piso 14 del hotel Oriental, torre Shangri La, un nombre que quiere decir «paraíso» pero que a mí me parece otra cosa: tal vez «soledad» o simplemente «estar a la espera».Ya anocheció y bebo una ginebra con la cara pegada al vidrio, viendo el paisaje deformado por el agua: el Chao Praya, las luces de Bangkok, los rascacielos azulados, los nubarrones que se iluminan con los truenos, la metrópoli brutal."