Viazovnín, un hombre de mundo al que la fortuna ha dejado de sonreír, decide volver a la finca familiar, donde entabla amistad con su vecino Krupitsyn, a pesar de que poco tienen en común: uno es culto y elegante, y el otro, descuidado regordete y poco leído. Los dos amigos dejan pasar los días tranquilamente, hasta que Krupitsyn aconseja a Viazovnín que se case y que ponga orden en su vida, y se ofrece para presentarle unas cuantas candidatas que bien podrían merecer su consideración. Pero ¿cómo elegir a la más conveniente? Y, sobre todo, ¿qué supondrá la aparición de un mujer en su amistad, hasta entonces inquebrantable?
«En este libro hay más lecciones valiosas sobre el oficio de novelista que en cualquier facultad de literatura.» Juan Gabriel Vásquez.
En septiembre de 1967, unos jóvenes Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa se reunieron en Lima para hablar de literatura latinoamericana. El primero había vendido ya miles de ejemplares de Cien años de soledad. El segundo acababa de ganar el Premio Rómulo Gallegos por La casa verde.
Hoy ambos son considerados universalmente dos de los máximos exponentes de la literatura en español, pero por aquel entonces eran dos jóvenes que estaban empezando su carrera como novelistas. En Dos soledades se sitúan frente a frente dos escritores, dos genios literarios, dos maneras diferentes de entender la literatura, dos temperamentos en cierto modo contradictorios, dos formas distintas de narrar. Son los tiempos en que el boom se está gestando, en los que todavía no se ha acuñado nombre para lo que hoy conocemos como «realismo mágico». En estas páginas apasionantes, el lector asiste a una conversación sin igual.
La edición incorpora textos de Juan Gabriel Vásquez, Luis Rodríguez Pastor, José Miguel Oviedo, Abelardo Oquendo, Abelardo Sánchez León y Ricardo González Vigil, quienes rememoran, la mayoría en calidad de testigos, aquel diálogo; y, además, dos entrevistas al escritor colombiano, una selección fotográfica, y la valoración que hace hoy Vargas Llosa de la vida y obra de García Márquez.
«El entusiasmo y la capacidad de identificación que Jane despierta resultan tan profundos que la interpretación contemporánea ha colocado a la escritora en el centro de su familia, de su sociedad e incluso de su tiempo, y la contempla y debate sobre ella, sus gustos, sus amoríos, sus desgracias o sus características literarias conforme a la importancia de la que en la actualidad goza. Es agradable que el tiempo compense algunas de las crueldades con las que la Historia afligió a las autoras del siglo XIX, pero insistir en esa versión nos lleva a perdernos una de las miradas más interesantes, más inteligentes y peor comprendidas de la historia de la literatura».