En la línea de Las benévolas, de Jonathan Littell, La fábrica de canallas es una novela que excede todos los límites, un magnífico fresco histórico y familiar que retrata los años más sombríos del siglo XX.
En 1974, en un hospital bávaro, Koja Solm, un anciano con una bala alojada en la cabeza, decide contarle su vida a su compañero de habitación, un joven hippie y pacifista. A través de episodios entrelazados, desde Riga a Tel Aviv, pasando por Auschwitz y París, La fábrica de canallas nos lleva a zonas donde la moral y la integridad son ultrajadas con violencia para contarnos cómo fue todo al final de la Segunda Guerra Mundial.
Desde que tienen memoria, Sofía y Antonia han estado muy unidas. Su amistad nace en el seno de lo que sus padres llaman la Familia: un clan unido por la lealtad, el amor y la sangre. Pero cuando el padre de Antonia desaparece de manera repentina, una brecha muy fina, pero perceptible, se abre entre las dos amigas. A medida que crecen y se convierten en mujeres, esposas, madres y líderes, ambas intentarán que su tempestuosa relación perviva, pero no será nada fácil en un Nueva York en plena transformación y amarradas a ese peligroso mundo de la mafia que las custodia y apresa a la vez. Hasta que una fatídica noche se ponga a prueba su lealtad entre sí y la Familia, y solo una de ellas pueda apretar el gatillo antes de que sea tarde.
Un escritor inmerso en un bloqueo creativo decide llevar a cabo una acción desesperada: el tema de su próxima novela será la vida de la primera persona que se encuentre por la calle. Así entra en su vida Madeleine Tricot, una anciana encantadora dispuesta a hablarle de sus secretos y heridas: del matrimonio y la viudedad, de su trabajo como costurera para Chanel durante la epoca dorada de Karl Lagerfeld, de la dispar relación con sus dos hijas. Valerie, la mayor de ellas y que vive en el mismo barrio, duda de las intenciones de este escritor, pero decide que puede ser una buena terapia para su madre. Y no solo eso: para que pueda continuar con su tarea, exige al escritor que la incluya a ella en la historia que está esbozando, así como a todos los miembros de su familia, la familia Martin, atravesada tanto por el amor como por el agotamiento de la rutina.
Rodeado de imponentes montañas se encuentra el pequeño pueblo alpino de Fontana Freda, un lugar ideal para empezar de nuevo. A principios de otoño, Fausto decide dejar atrás un matrimonio fallido y la vida asfixiante de Milán para instalarse durante una temporada indefinida en la zona donde pasó los veranos de su infancia. Aquí intentará encontrar una nueva voz a su escritura mientras ejerce de cocinero en el restaurante regentado por Babette y traba amistad con algunos de los escasos lugareños: un guarda forestal retirado al que le interesan poco los asuntos humanos y una joven camarera que se encuentra de paso a la búsqueda de las montañas de cuatro mil metros que conoció en los libros. El otoño cede ante el invierno, y los pastos y los ganaderos dan paso a las nieves y a los primeros esquiadores, pero también al inminente regreso de los lobos, que, junto al viento, recorrerán los profundos valles.
En una cálida noche de primavera, una joven camina por la carretera. Está desnuda y cubierta de sangre. Horas más tarde, el hallazgo de su cuerpo sin vida revelará su identidad: Clara Salvemini, la primogénita de la familia más influyente de la zona. Se habla de suicidio, pero ¿qué ocurrió realmente? ¿Qué la vinculaba a los turbios negocios de su padre? Y la relación con sus hermanos, sobre todo con Michele, el hijo bastardo, ¿tendrá algo que ver con su muerte?
Entre mansiones de la rica periferia de Bari, baches en un rápido ascenso social, un elenco de personajes inolvidables y las tensiones de una familia al borde de la desgracia, Nicola Lagioia –ganador del prestigioso Premio Strega y autor de La ciudad de los vivos– desmenuza y define nuestra despiadada contemporaneidad y teje una trama que explora la ferocidad latente en cada individuo, atrapando al lector en un laberinto de secretos y mentiras.
Proyectar una luz sobre los problemas más serios y a la vez no pronunciar una sola frase seria, estar fascinado por la realidad del mundo contemporáneo y, a la vez, evitar todo realismo, así es La fiesta de la insignificancia. Quien conozca las obras anteriores de Kundera sabe que en él no son en absoluto inesperadas las ganas de incorporar en una novela algo «no serio». En esta novela Kundera ve por fin plenamente cumplido su viejo sueño estético, que puede leerse como un sorprendente resumen de toda su obra. Menudo resumen. Menudo epílogo. Menuda risa inspirada en nuestra época, que es cómica porque ha perdido todo su sentido del humor. ¿Qué más puede decirse? Nada. ¡Lean!