Berlín, 1926. Sophia solo tiene veinte años pero su vida ya parece haberse hecho pedazos: su primer amor ha terminado en escándalo, su familia no quiere verla y ella ha tenido que abandonar sus estudios de química en la universidad. Tras viajar a París para empezar de cero, un día se encuentra frente al deslumbrante escaparate del nuevo salón de Helena Rubinstein, una ambiciosa empresaria cuyo nombre está en boca de todas las damas parisinas. Sophia tiene entonces una revelación: intentará crear una crema prodigiosa que deslumbre a madame Rubinstein y la convenza de admitirla en su imperio de la belleza.
Impresionada por el talento de Sophia, Helena decide ofrecerle un empleo, siempre que esté dispuesta a seguirla a su oficina de Nueva York y a volcarse totalmente en el trabajo. Sophia se verá así envuelta en el gran proyecto de crear nuevos y revolucionarios cosméticos para Helena Rubinstein en su feroz competencia con su rival Elizabeth Arden. Pero Nueva York también está llena de tentaciones y Sophia, que creía haber terminado con los hombres, se encontrará trabajando con Darren O'Connor, un diseñador de mirada magnética que podría hacer tambalear el solemne pacto de fidelidad hecho con Helena...
La joven inglesa Isabella Saunders se ha quedado sola en el mundo: sin un hogar y sin recursos, su belleza y fascinante cabellera pelirroja en la Singapur de 1860 se convierten en un gran escollo para conseguir un trabajo como institutriz. Todo su mundo se transformará cuando conoce a Bram Deagan, un apuesto y decidido irlandés llegado desde la lejana Australia para conocer de primera mano los nuevos productos de Oriente y hacer realidad su sueño de convertirse en un próspero comerciante. Isabella deberá decidir si las nuevas colonias, las lejanas y peligrosas tierras del continente más olvidado, pueden convertirse en su nuevo hogar. ¿Hallará el amor y la felicidad en el extremo opuesto del mundo?
Javier Serena nos remite en La estación Baldía al ambiente de la inmediata posguerra civil, donde los rescoldos del drama humano son patentes en una sociedad rota por la guerra. La mezquindad humana, la necedad y la crueldad que poblaron la guerra, aparecen entreveradas de signos de humanidad y compasión capaces de rescatar la fe en el ser humano, dentro del gris mosaico de una sociedad desgarrada. La difícil vida de las mujeres en este tiempo y este lugar está personificada en la heroína de la novela, que encarna a toda una generación.