En el otoño de 1940 un barco con civiles noruegos y soldados alemanes a bordo naufraga en Bodö, frente a la costa noruega, al impactar contra una mina. La joven Vera Lind y su hijo recien nacido sobreviven pero su esposo, el armador Thor Falck, y cientos de personas, civiles y tambien soldados alemanes, fallecen.
Setenta y cinco años despues, Vera se suicida. En el funeral, Sasha, la nieta encargada de pronunciar las palabras de despedida, es abordada por la antigua editora de su abuela, quien le habla de un desconocido manuscrito titulado El cementerio del mar, que fue confiscado por las fuerzas de seguridad de Noruega en 1970. Tambien le entrega una carta: es la nota de suicidio en la que Vera le pide a su nieta que llegue hasta el fondo de lo que ocurrió en el naufragio. Con la ayuda de un periodista, antiguo colaborador de los servicios secretos noruegos, Sasha está decidida a descubrir la verdad.
Venecia, 1725. Mientras una epidemia de viruela siembra de víctimas la ciudad, el cuerpo sin vida de una mujer perteneciente a una de las familias más ilustres aparece en las aguas del Rio dei Mendicanti. El pintor Canaletto es convocado en la sede de los inquisidores del Estado. Uno de sus cuadros más recientes representa una escena en el lugar exacto en el que ha aparecido el cadáver de la mujer, y hay quien sospecha de la implicación del artista en el crimen. El dux en persona le encarga la misión secreta de investigar el homicidio y la presencia de cierto noble en la escena del crimen. En sus pesquisas, Canaletto descubrirá una ciudad desconocida.
¿Qué secretos se ocultan en los palacios venecianos?
¿Qué verdades deberían permanecer sepultadas?
Treinta años después de El nombre de la rosa, Umberto Eco vuelve para mostrarnos que, en la literatura y en la vida, nada es lo que parece y nadie es quien dice ser. Todo tiene que ver con la conveniencia, y así hasta puede acabar triunfando el rufián que desconfía de todos y que siempre se mantiene alerta, aunque no se mueva casi de ese sitio en el que lo vemos al comenzar esta historia verdaderamente extraordinaria. París, marzo de 1897. Las primeras páginas de El cementerio de Praga nos muestran a un hombre de sesenta y siete años que escribe sentado a una mesa, en una habitación abarrotada de muebles: es el capitán Simonini, un piamontés afincado en la capital francesa, que desde muy ¡oven se dedica al noble arte de crear documentos falsos. De pocas palabras, misógino y glotón, el capitán se inspira en los folletines de Dumas y Sue para dar fe de complots inexistentes, fomentar intrigas o difamar a las grandes figuras de la política europea. Caballero sin escrúpulos, Simonini trabaja al servicio del mejor postor: si antes fue el gobierno italiano quien pagó por sus imposturas, luego llegaron los encargos de Francia y Prusia, e incluso Hitler acabará aprovechándose de sus malvados oficios, esos que hacen brillar cada página de esta magnífica novela.